El Viña Rock es una forma de vida

cuatro.com 07/05/2010 12:57

La décimo quinta edición del festival Viña Rock, se dio cita el primer fin de semana de Mayo compartiendo fiesta con el día del trabajo y la madre. Actualmente este festival tiene una gran repercusión y son muchos los que se acercan a Villarobledo sólo para compartir el ambiente y el polvo respirado pero sin poder permitirse una entrada.

La experiencia del Viña comienza con el viaje de salida, con todos los preparativos que conlleva, con el saco, la tienda, la ropa, el neceser y como todo buen viaje en carretera ocurren dos cosas, lo primero es el atasco y lo segundo el perderse cuando apenas quedan unos kilómetros.

Una vez te instalas y comienzas a verte entre una maraña de gente y música intentas encontrar la caseta de acreditación, que con bastante esfuerzo se digna a aparecer y hacerte posible conseguir la pulsera que te dejará vagar a tus anchas por el increíble recinto que requiere un festival de esta envergadura.

El viernes, los conciertos comienzan, y mis ansias por ver, conocer y bailar eran palpables a kilómetros de distancia.

¡Qué locura!, ¡Qué locura! Fueron las últimas palabras que D?callaos dijeron en su concierto, las últimas palabras que no me dejaron indiferente puesto que sí, fue una locura el primer concierto al que yo asistía a eso de las siete de la tarde.

No me dejaron indiferente ni a mí ni a la cantidad de personas que me acompañaban en un concierto en el que los bailes no faltaron entre los asistentes.

Del concierto de Dcallaos en el escenario Naranja, me vi corriendo hasta el escenario Quixote-Villarobledo en el que me disponía a ver a Segismundo toxicómano y de este a Ojos de Brujo en cuyo principio aseguraban que Marina (su cantante) estaba enferma y no iba a poder cantar. Los tacones de la bailaora, Susi Medina, primaban por encima de cualquier instrumento, el animado grupo no perdía las ganas aunque los contratiempos les abordaban.

Ante el asombro del público, y después de algunas canciones Marina salió al escenario, con el virus que habían asegurado que tenía incluido, pero que no dejó que el flamenco-hip hop de este grupo decayera y favoreció la ovación y vítores del público que según pasaban las horas y daban tiempo a llegar a más espectadores se iba llenando de manera un tanto agobiante para los que ahí abajo estábamos.

Es imposible que cuente aquí todo lo que he visto en estos tres días, muchas sonrisas, miradas, rastas, pantalones de rallas, crestas, banderas de la república, banderas comuneras, banderas comunistas, música, buen rollo, compañerismo, caras pintadas, gente interesada por la prensa, gente que odia a la prensa, maquillajes de fantasía en furgonetas montadas cual tienda de ultramarinos, bocadillos, cervezas (muy frías) a un euro, pasteles, paella, macarrones, rock, reggea, rap, heavy, flamenco, movimientos en favor del Sahara, ropa sucia, sacos de dormir, barro, lluvia, grandes conciertos, acoples de sonido, fiesta, alegría ...

Macaco y Sober tocaron a la vez en diferentes escenarios sobre las 23:30 del viernes. Dividirse uno mismo es complicado, y ante la dificultad de elegir, mi tiempo por escenario fue el que se dividió.

Macaco aseguró en su concierto que la única bandera que iba nunca a alzar es la del Sahara y de esta forma comenzó a mezclar política y música.

Macaco sorprendió con la canción "Monckey man" (Clásico de The Specials) con el que el público abrió mucho los ojos en señal de sorpresa y aprobación general.

Sober por su parte hizo "resurgir de sus cenizas" a todo el público tocando los temas que sabían que más iban a gustar pero con algunos fallos en la ecualización de sonido que dejaron un mal sabor de boca a muchos de los que habían ido a verlos. Aunque el escenario Metálica contaba en ese momento de gran prestigio puesto que Alberto de Los suaves se animó a tocar un tema con ellos.

Por cambiar de aires y de música después de Sober y a lo largo de las horas del viernes me vi arrastrada por la multitud que subía la cuesta de los Ñus levantando la polvareda característica para poder escuchar, aunque de lejos y sentada lo que Morodo venía a decirnos a todos. He de reconocer que el Escenario Babilona poseía una mejor acústica que la de los escenarios Naranja, Villarobledo o Metálica.

Sociedad Alcoholica y O'funk'illo fueron los siguientes conciertos que presencié, con el lleno hasta la bandera de S.A y el brillante Pepe Bao al bajo de O'funk'illo.

Pero sin duda la gran actuación de la noche para mi gusto se la lleva El puchero del Hortelano, que cerraban cartel del escenario naranja el viernes y que consiguieron que aún con todo mi cansancio y todo lo que había bailado y saltado hasta el momento, pudiera volver a un estado de excitación y a volver a saltar y bailar de una forma enérgica que marcaba el ritmo que los de "El puchero" infundían. Para ser los últimos del cartel, tuvieron un público fiel que coreaba a voz en grito cada canción y silbaba ante cada frase del cercano cantante que verdaderamente parecía disfrutar con el concierto con el que nos amenizaba.

El segundo día de festival empezaba a despuntar con un amanecer digno de una película romántica y es en ese momento cuando yo llegué a mi tienda de campaña en busca del merecido descanso que como reportera y como seguidora del rock merecía.

El descanso en Villarobledo en estos días es un descanso corto, ya que la fiesta no decae en ningún momento y durante las 72 horas que dura el festival no deja de haber ruido. Este fue uno de los motivos de que el Sábado me despertase medio dolorida por dormir en el suelo, y con ganas de asesinar a mi vecino de tienda que había decidido que era un buen momento para ponerse a tocar la dulzaina a todo volumen y así poder amenizar la mañana a todos los que allí nos encontrábamos.

Villarobledo ve su economía claramente compensada con este festival, compañeros de aventuras y yo nos vimos en la tesitura de encontrar un sábado día del trabajo un supermercado abierto que nos pudiera abastecer. Pensando en la economía de este pequeño pueblo creíamos que íbamos a tener abiertos los comercios aunque no fue así en absoluto, pero como la hermandad no decae, nos vimos invitados por una abuelita para llegar a un comercio típico de pueblo en el que pudimos abastecernos en un típico "te lo vendo todo, desde tuercas a bollos".

En su segundo día, el Viña Rock se convierte (si no lo era ya) en un festival superlativo dónde el no saltar está absolutamente prohibido.

Medina Azahara reunió a tanta gente en su concierto que Kutxi Romero no pudo por más que comentarlo desde el escenario de al lado ya que veía el suyo considerablemente menos poblado. Los acoples poblaron los escenarios, aunque puede considerarse normal si tenemos en cuenta la dificultad de ecualizar semejantes escenarios y coordinarlos procurando que unos sonidos no suenen por encima de otros.

Ska-p se convirtió en el lleno hasta la bandera del día, sorprendiendo tanto a fans como a personas allegadas por su directo y por sus ganas de tocar, además de que había público hasta mucho más allá de la cuesta de los ñus y allí dónde mirases había saltos y vítores en favor de este grupo más que consolidado. En este concierto fue cuando mas se vio, de nuevo lo unidos que estaban todos los asistentes al Viña Rock que subieron a mi cámara a hombros, sin necesidad de que él se lo pidiera, para poder realizar algunas fotografías y desde las alturas pudo ver cómo algunos de los que allí estaban eran arrastrados sobre la maraña de gente avanzando de mano en mano con una perspectiva inigualable.

Sobre las 2:45 de la madrugada Celtas cortos comenzó su concierto con un terrible acople que hizo fruncir el ceño a todo el público, no sabíamos en ese momento que ese acople no era más que el preludio de lo que sería uno de los conciertos más esperados pero a la vez más decepcionantes que consiguieron poner de acuerdo a las 60.000 personas asistentes al Viña Rock, todos en su contra. Los bajos ánimos que el grupo demostraba en el escenario se vieron perfectamente en el concierto y el público no dejó su opinión al margen. A grito de "En mi pueblo se toca hasta las seis", al finalizar el concierto el público intentó que volvieran para arreglar lo que habían hecho, pero ellos mismos ignorando al auditorio decidieron abandonar sin ninguna explicación.

En todo momento se primaba por favorecer la hermandad que primaba entre los asistentes, que no dudaban ninguno en ofrecerte una mano en el caso de que la pidieras e incluso podías dejar tu tienda abierta de par en par sin ningún tipo (o casi ningún tipo) de temor.

La gente te ofrecía su vaso sólo por el hecho de verte a ti sin uno, recuerdo cómo la gente prestaba su móvil para que pudieras encontrar a los tuyos que se habían perdido entre la maraña, y pude ver de primera mano cómo entre rastas y suciedad había sobre todo buen rollo.

Mi domingo comenzó con una conversación sobre política en la que mi cámara, algunos compañeros de viaje y yo describíamos qué se podría hacer para mejorar y cuál es la función del comunismo o el capitalismo, qué es un anarquismo y qué son los dogmas. Este tipo de conversaciones son usuales en un ambiente como este, dónde lo político no es lo principal pero florece como quién no quiere la cosa. Mi cámara decidió que el mejor desayuno que se le puede dar a una mañana de domingo político son unos buenos litros de vino Don Simón, muy propios del ambiente, y con esto partimos hacia el recinto que nos esperaba impaciente.

Betagarri a las cinco de la tarde hizo que el público no parase de saltar y además consiguieron ser de los pocos que no tuvieron fallos de sonido o acoples lo cual favoreció los saltos y bailes del público que tenía ganas de vivir un último día apoteósico. Mi concierto de Betagarri fue visto con mirada de águila puesto que la mayor parte de este lo pasé sobre los hombros de un compañero amabilísimo, que no sólo cargaba conmigo en sus hombros sino que además bailaba al compás mientras yo chillaba a los buenos de Betagarri desde mi privilegiada situación.

Lehendakaris Muertos dieron su concierto con un flotador infantil en la cabeza. Un trato cercano con el público fue la clave de este grupo para llevarse a los 60.000 asistentes de calle. Muchos lamentaron que no estuvieran una hora más tocando.

Canteca de Macao, por su parte, comenzaron dedicándole una canción a todo el Viña y dieron un concierto en el que se acordaban de la festividad del día de la madre y nos recordaron a todos el tener que llamar para felicitar a nuestras respectivas. Fue una pena que el concierto fuera de día y no pudiéramos disfrutar de los malabares que solemos ver en sus conciertos, pero esta falta fue mas que compensada con las ganas y la unión que muestran en el escenario.

A última hora del domingo, me vi entre medias del escenario Naranja y el escenario Metálica, es decir, me vi entre G5 y Barón Rojo oyendo parte de los dos mientras mis tímpanos me suplicaban que decidiera cuál de los dos grupos quería ver, pero es que el Viña te hace hacer cosas que no comprendes del todo, y entre los sonidos mezclados, un grupo de jóvenes entre los que me encontraba, comenzamos a jugar a la comba y al limbo contagiando de alegría a todo aquel que no hubiera conseguido tener su felicidad al máximo.

Entre la voz de G5 y la guitarra de Barón Rojo, me vi en el que sería uno de mis últimos conciertos jugando sin parar cual niño en el patio de colegio, muestra sin duda del espíritu del Viña Rock que nos enseña a todos cuán unidos podemos llegar a estar gracias a la música.

El lunes al despertar es hora de recoger y marchar, y como todo ciclo en esta vida, con lágrimas en los ojos te ves de nuevo de camino en la carretera, como todo ciclo e igual que comenzamos nos vimos mi cámara y yo en un atasco monumental que no nos dejaba llegar nunca.

¡Qué no se acabe!, ¡qué siga el atasco!, que son mil las historias que contar y son mil las anécdotas y canciones que cantar. En el coche, la gente de al rededor nos mira, pero nosotros entre risas recordamos lo que ha sido un primero de Mayo celebrado por todo lo alto.