Bienvenidos a la biblioteca del misterio, reproducciones exactas del gran Juan Villa para ‘Cuarto milenio’ de historias en soportes cuanto menos curiosos y en algunos casos aterradores. Iker Jiménez y Carmen Porter nos han dado a conocer estos objetos misteriosos que cuentan historias que nunca deberían morir.
Se trata, en ocasiones, de objetos considerados malditos en otra época y que hoy día cobran un interés especial para todos aquellos que se adentran en su leyenda. Iker, con la ayuda de sus guantes de tela blancos, cual bibliotecario, nos ha ido presentando, uno a uno, estos magníficos objetos. Estos son algunos de los más inquietantes:
Ya en el siglo XVI y XVII muchos miembros de la Iglesia, sobre todo en Alemania y Austria, tenían unas curiosas marcas o llagas en las manos que en algunos casos se reproducían por todo el cuerpo. Había ciertos libros impregnados con veneno capaces de matar por contacto con la piel. Se trataba de libros que trataban sobre temas prohibidos para los clérigos, libros como por ejemplo sobre la anatomía femenina, algo prohibido para los monjes y sacerdotes del momento. Si los clérigos tocaban estos libros se impregnaban de arsénico, lo que les provocaba dolores terribles y espantosas llagas, o incluso la muerte si se llevaban la mano a la boca.
Esta es la horrible y triste historia de Agnes Ritcher, una costurera alemana que fue ingresada muy joven en un psiquiátrico porque tenía una serie de paranoias con sus vecinos y que fue acusada de locura. En ese centro, ella la encargada de hacer los uniformes de los internos, y con los retales que le sobraban Agnes se fabricó una chaqueta. En esta prenda, Agnes bordó lo que sentía, lo que vivía, lo que sufría.
Se trata de lo que podríamos llamar un mapa de conexión con el ultramundo, un mapa manuscrito por chamanes nepalíes en cuero animal que permitía la interconexión con dioses malignos. La tapa de estos manuscritos elaborados con forma de biombo estaba cubierta con fragmentos de piel de búfalo, plumas de diferentes aves y pedazos de pelo de cabra y perro. Aterradores.
En pleno siglo XVIII alemán se crearon lo que parecían ser libros pero que al ser abiertos no eran otra cosa que cajas que contenían mortales venenos. Pequeñas cajitas con sustancias como mandrágora o arsénico que eran capaces de matar a quienes las consumiesen, un clásico de la brujería de centro Europa y la Europa del este.
Algunas de las más importantes tribus de África y Asia llevaban a cabo una práctica que hoy día nos puede aterrar. Grababan en las calaveras de sus seres queridos fallecidos oraciones con invocaciones para que sus almas pudieran llegar al más allá.