Análisis de Return to Monkey Island: el regreso soñado a la Isla del Mono

  • Return to Monkey Island nos invita a volver a disfrutar con Guybrush Treepwood y compañía

  • Ron Gilbert y Dave Grossman nos trasportan 30 años atrás en un viaje que hace justicia a una de las más grandes licencias del mundo de los videojuegos

  • La aventura gráfica que prometió devolvernos a la esencia de las dos primeras entregas de Monkey Island cumple con creces

Cada uno de nosotros tenemos una relación muy personal con Monkey Island, la mítica saga de aventuras gráficas de piratas que Ron Gilbert, Dave Grossman y Tim Schafer se sacaron de la chistera en aquel 1990, con el viento del éxito hinchando las velas de LucasArts. El Secreto de Monkey Island y su secuela, Monkey Island 2: La Venganza de Lechuck (1991) es uno de los motivos (quizá el mayor) por los que el que escribe se enamoró perdidamente de este mundillo de los videojuegos y, sin saberlo, encaminó su destino profesional hacia él.

Pero, al igual que me pasó a mí, la Isla del Mono marcó para siempre a muchos jugadores de aquella generación, de muy diversas formas e intensidades. Guybrush Treepwood quería ser un gran pirata y todos nosotros con él, y sus aventuras, los personajes que las acompañaron y los chistes y puzles que tuvimos que superar juntos han quedado siempre en nuestra memoria y en la memoria colectiva, formando parte de la cultura popular. Pero (siempre hay un pero) algo pasó tras aquel perturbador y abrupto final de Monkey Island 2. Aunque la saga siguió por otros derroteros con otras entregas de mayor o menor acierto, parece que quedó algún asunto pendiente tras aquella entrega de 1991. Sus creadores originales dejaron algo siempre pendiente. ¿Cuál era en realidad el Secreto de Monkey Island?

Como una tarea siempre pendiente, Ron Gilbert llevaba 30 años con el 'run run' de volver a la Isla del Mono y, como todos sabéis, los astros se alinearon hace algo más de dos años para que él, junto a Grossman y muchos otros componentes del equipo original tuvieran la ocasión (tal vez la última) de cerrar el círculo, de volver a la esencia y de poner el punto y a parte (nunca el final) de la historia épica de aquel muchacho de nombre estrambótico que sólo quería ser un gran pirata. Por fin, tres décadas después, hemos podido volver a jugar una aventura gráfica de 'point and click' que es, respetando el resto de entregas posteriores, la secuela directa de los dos primeras juegos, y con el sello cualificado de todos los padres de la criatura (quizá con la única gran ausencia de Schafer) y las bendiciones de LucasFilms, de Disney y de la 'Asociación Internacional de Guardianes de la Esencia de Monkey Island' (si eso existiera).       

Bienvenidos a un viaje en el tiempo que nos devuelve a 1991, cuando jugábamos felices con nuestros micro ordenadores y nuestras tarjetas gráficas de 16 colores. Teníamos un secreto que desvelar en una isla perdida del caribe. Bienvenidos al análisis que nunca pensé que escribiría, pero que (casi entre lágrimas, lo juro) estoy comenzando a desvelar. Bienvenidos a Return to Monkey Island. ¡Y sin spoilers!  

Monkey Island: un regreso con todas las consecuencias

El anuncio de Gilbert y su estudio, Terrible Toy Box, del desarrollo de este Return to Monkey Island pasó en pocos meses de la euforia y la algarabía general a la polémica y al odio (de una parte de ese hervidero de bilis que son las redes sociales) a cuenta del nuevo apartado artístico elegido para la aventura. Voy a pasar muy por encima de este asunto y dejar clara mi opinión: el apartado gráfico del juego brilla con luz propia (al calor del motor Dinky ideado por Gilbert) y el enorme trabajo del departamento artístico solo puede recibir alabanzas de mi parte, consiguiendo con maestría dar un toque visual moderno, colorido, excesivo y vanguardista y, a la vez, manteniendo la sensación de que estamos ante los mismos lugares y personajes que conocimos hace treinta años como un puñado de pixels de colores. Y lo mismo pasa con la extraordinaria banda sonora, tan actual, tan clásica…    

Pero vayamos rápido a responder la pregunta fundamental que estaba en la mente de la legión de seguidores de la saga: ¿estamos ante una aventura gráfica a la altura de las dos entregas originales de Monkey Island? Rotundamente sí. Y no sólo por su extraordinaria calidad como videojuego moderno en sí mismo, sino porque busca, con éxito incontestable, volver a la esencia de aquellas y hacer que su manera de jugar se sienta como entonces: su gameplay, su manera de moverse, su manera de explorar, su inventario, sus conversaciones absurdas, sus chistes de piratas, su humor, sus enrevesados puzles… Una vez que tus ojos se acostumbran al nuevo apartado visual, te sientes como en casa, el regreso a Monkey Island que promete en su título es completo: volvemos 30 años atrás en todos los sentidos.

Y es que el juego busca de manera deliberada que volvamos a los lugares que guardábamos en nuestra memoria, y lo hace de una forma sublime. Volver a Isla Mêlée para encontrarnos con todo cambiado, pero a la vez todo en su sitio, es una experiencia casi espiritual. Todo es un homenaje a los inicios de la saga, pero a la vez todo nos invita a volvernos a calzar las botas de pirata de Guybrush para embarcarnos en una nueva aventura. O, mejor dicho, para volver a vivir la misma aventura, la única, sólo que ahora 30 años más viejos.

Sin entrar en spoilers (lo he prometido) solo puedo decir que todo lo que te enamoró de las entregas originales está ahí: casi todos los personajes que esperabas volver a ver (tengo que confesar que solo he echado en falta el regreso de uno), las increíbles localizaciones (muchas de las antiguas y muchas nuevas), las largas conversaciones que no llegan a ninguna parte (aunque a veces sí lo hacen y son importantes), los duelos de insultos y espadas, los concursos absurdos de todo tipo, los viajes en barco, los mapas del tesoro, la magia vudú, la jerga pirata, los chistes y el humor inteligente que lo impregna todo… Monkey Island en estado puro, como si no hubieran pasado 30 años, pero a la vez sí. De hecho, esta entrega funciona y es una experiencia redonda precisamente porque llevábamos 30 años esperándola.      

Una jarra de grog y un libro de pistas

Algo que nos ha sorprendido y que supone toda una novedad en la saga es que, nada más comenzar la aventura se nos presenta un selector de dificultad. Este solo cuenta con dos opciones, el Modo Casual y el Modo Difícil. El primero es sólo para jugadores muy casuales, tal vez a aquellos que ni siquiera jugaron a las primeras entregas o que no están acostumbrados a las aventuras gráficas de este estilo, un modo centrado en la historia y la diversión, con puzles mucho más sencillos y muchas más ayudas y pistas en pantalla. El segundo, el denominado Difícil, es al que estamos acostumbrados en las primeras entregas: puzles y desafíos para comerse el coco como siempre para seguir avanzando.  

El shock del primer capítulo del juego (la aventura cuenta con 5 partes) sirve de sorprendente epílogo para volver a enseñarnos la dinámica de juego del nuevo motor Dinky (a imagen y semejanza del mítico SCUMM). Una vez en faena vemos que Guybrush se mueve de manera extremadamente sencilla y fluida por los bellos y detallados escenarios a golpe de click (o con tu dedazo en la pantalla táctil de Switch) y pulsar sobre objetos o personajes nos permite interactuar rápidamente con ellos o iniciar conversaciones de una forma inusualmente fluida. En PC, ambos botones del ratón nos permiten desplegar dos acciones distintas sobre la mayoría de objetos de forma rápida y sencilla (por ejemplo, el click izquierdo suele servir para observar un objeto y el derecho nos permite cogerlo de forma rápida). Las extensas conversaciones fluyen también de manera muy cómoda pudiendo saltar algunas partes pulsando un botón o incluso volver atrás por si necesitamos que un personaje repita una parte). Como siempre, podemos elegir entre distintas e ingeniosas preguntas y contestaciones de Guybrush para darle su toque a la conversación.

Otra vez, como entonces, movernos por las islas es rápido y sencillo una vez exploradas, pulsando en los lugares del mapa donde queremos que Guybrush viaje, un viaje que acelera si pulsamos dos veces en el lugar elegido. Cuando estemos en un nuevo lugar, la exploración tiene que ser más pausada para buscar pistas, pero una vez en el fragor de la batalla, cuando tenemos que viajar a quince sitios una y otra vez para completar un puzle, se agradece estos atajos para que los viajes de Guybrush se resuelvan en un abrir y cerrar de ojos.      

Y también tenemos nuestro inventario, donde Guybrush podrá guardar todos los objetos que encuentra, le ofrecen o directamente roba y que serán útiles para avanzar en la aventura. Como ya sabéis, el inventario es fundamental en este tipo de juegos y ahí se puede examinar los objetos, combinarlos y utilizarlos de mil maneras con el entorno o los personajes para conseguir distintas respuestas o resolver puzles y situaciones.

En el inventario tendremos una lista de tareas, donde Guybrush irá apuntando los objetivos que se le presentan para continuar con su búsqueda del secreto de Monkey Island, una útil lista que nos recuerda los objetivos siguientes en el juego (que a veces serán muchos al a vez) y que nos permiten afinar el tiro en nuestras pesquisas y exploraciones. Pero, además de la lista de tareas, casi desde el principio del juego tendremos un objeto que es toda una novedad: el libro de pistas.

Este libro de pistas (que nos ofrecerá la Dama del Vudú) es exactamente eso, un libro que nos ofrecerá pistas ante los desafíos, búsquedas y puzles que se nos van presentando. Si nos encontramos completamente bloqueados ante una búsqueda, el siguiente paso en una narrativa o ante un puzle especialmente peliagudo, podemos acudir a sus páginas a buscar algo de inspiración, una pista o, directamente, una respuesta directa para continuar. Y es que funciona así, a gusto del jugador, que tal vez solo necesita un pequeño empujón o, bajo su propia responsabilidad, prefiere que le desvelen la forma de resolver un puzle. Página a página, puedes adentrarte en territorio spoiler de un problema en concreto, desde una pequeña pista para afinar tu búsqueda a la solución directa. Pero, como dice la Dama Vudú, “demasiadas pistas hacen demasiado corta la travesía”.

Esta nueva aventura cuenta con una extensión más que decente, diría que ligeramente superior a la de las dos primeras entregas, aunque la duración de estos juegos depende tanto del jugador, del tiempo que quiera perder o requiera para superar situaciones y puzles. Merece mucho la pena explorar hasta el más mínimo detalles de sus localizaciones, hablar con todos los personajes largo y tendido. Y es que hay muchas recompensas en las conversaciones, muchos guiños a los juegos clásicos en muchos diálogos que no querrás pasar por alto. Además, el juego cuenta con unos originales coleccionables: las cartas del trivial de Monkey Island. Están repartidas por todo el juego, hay decenas de ellas y, una vez tengas el álbum de cartas del trivial, podrás irlas coleccionando todas (eso, si eres capaz de responder bien a sus preguntas que repasan toda la saga y la historia del desarrollo de Monkey Island). Y no olvides visitar el libro de recuerdos de Guybrush Treepwood, otro genial extra del juego.  

En definitiva…

Como he prometido no soltar spoilers tengo que ir terminando este análisis, con una lagrimilla en un ojo. La misma que tengo desde que contemplé los créditos finales del juego. Return to Monkey Island es una aventura gráfica clásica descomunal, con todos los ingredientes de aquellas dos primeras aventuras que nos hicieron enamorarnos del género y de la propia saga. Un juego divertido para cualquier jugador. Pero, además, es un viaje nostálgico único, que sin duda es un poco más especial para los que superamos la cuarentena y que vivimos los juegos en el momento de su lanzamiento comercial. Una mirada atrás, con 30 años más en las espaldas, a las aventuras que poblaron nuestros sueños adolescentes.

Return to Monkey Island es un viaje, el de Guybrush Treepwood, el de Ron Gilbert, Dave Grossman y el resto del equipo de desarrollo (el actual y el de entonces) y el nuestro propio. Un viaje a nuestra infancia, a las aventuras de piratas y a las aventuras del desarrollo y/o disfrute de los videojuegos y de los productos culturales que nos apasionan. Un viaje en busca del Secreto de Mokey Island. Y, ¿cuál es el secreto de Monkey Island? Cada uno tenemos una respuesta a esa pregunta.    

*Hemos realizado este análisis con un código para PC de Return to Monkey Island facilitado por Devolver Digital.

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