Análisis de Stray: la curiosidad no mató al gato

  • Stray es un irresistible juego de aventuras situado en un futuro distópico que visitamos desde los ojos de un gato

  • El protagonista de Stray es adorable pero lo mejor es cómo se mueve y cómo nos hace avanzar por este extraño mundo

  • Exploración, puzles y mucho sigilo nos exige este juego 3D diseñado con un gusto exquisito

Hace unas semanas ya os hablamos de Stray, gracias a las primeras impresiones que sacamos de una exclusiva presentación con sus creadores, BlueTwelve Studio. Con ese primer aperitivo de gameplay ya nos convencimos de todas las virtudes que iba a desplegar este juego de acción/aventura 3D. Unos gráficos muy cuidados y un diseño artístico impactante nos prometían una enorme ciudad futurista con un toque cyberpunk, pero lo mejor de todo es que el protagonista del juego, nuestro personaje a controlar, era un pequeño y adorable gatito.

Y como os contamos, no se trata de un gato antropomorfo que camina sobre dos patas, habla con los NPC’s y lleva pantalones. No, un simple gato que actúa como un gato y cuyas habilidades son las de, ¡oh sorpresa!, un gato. Esto complicaba la propuesta, pero también la hacía tremendamente atractiva por su originalidad. Y para dejarnos claras sus intenciones nos mostraron las cosas que podías hacer con este inusual protagonista: un botón para maullar, la opción de hacerte un ovillo y quedarte dormido casi en cualquier superficie blandita y otra acción que permite afilarse las uñas con casi cualquier superficie a golpe acompasado del os gatillos del mando.

Y lo primero que tenemos que decir es que la sensación de control sobre el adorable gato es tremendamente satisfactoria, ya que cuenta con. Unas animaciones de lo más fluidas, variadas y tremendamente realistas. Y es algo que han conseguido sin hacer uso de la captura de movimientos. Nada de llenar de nodos a un gato para capturar sus gestos (si es que eso se puede hacer sin que te denuncien por maltrato animal). En lugar de eso, los componentes del estudio de desarrollo, casi todos propietarios de gatos, se pasaron meses grabando vídeos con sus movimientos, vídeos que sirvieron a los diseñadores para crear las animaciones del juego.  

Una compleja historia a través de los ojos de un gato

Tras haber exprimido Stray hasta el final de su aventura, tenemos que decir que nos hemos divertido mucho, con su gameplay, los largos momentos de exploración, algunos momentos de acción y algunos puzles y momentos más parecidos a las clásicas aventuras gráficas clásicas (interactuar con muchos NPC’s, conseguir objetos, ir solucionando problemas…). Pero, antes de entrar en detalles sobre todo eso, tenemos que decir que nos quedamos con su historia. Stray  nos sitúa en un futuro distópico, en un ciudad subterránea poblada de robots donde, en principio, no encontramos ni rastro de los humanos. Un enorme misterio que nuestro cuadrúpedo peludo irá desvelando poco a poco, por casualidad, ya que a él le interesa su propia supervivencia y volver con los suyos.

Y es que Stray comienza poniéndonos en la piel suave y sedosa de nuestro adorable gato anaranjado y con rayas marrones. Vivimos felices y calentitos junto con una buena camada de gatetes, camaradas de aventuras, entre los enormes muros exteriores de un extraña y gigantesca estructura artificial. Tras desperezarnos una mañana y proceder a la limpieza matutina a base de lametazos, salimos a explorar con el resto de gatos, entre vigas, enromes tuberías, conductos de ventilación y demás estructuras. En este primer paseo aprendemos los sencillos controles de Stray: al acercarnos a un objeto que podemos alcanzar de un salto aparece el símbolo del botón X (en PlayStation) y al pulsarlo nuestro gato se encarama con la agilidad felina de un… pues de un gato.

Y poco más, además de poder correr pulsando el gatillo derecho. Este es un juego de exploración, una aventura gráfica y aunque parece contar con muchas plataformas (el juego nos permite subirnos por casi cualquier sitio y alcanzar alturas increíbles saltando con nuestro gatito) estas no requieren precisión, ya que se superan casi por sí solas. Pero esto nos da una sensación de control total, de ser capaces de colarnos y encaramarnos por cualquier sitio, alcanzar cualquier lugar, altura o tejado, sin el miedo de caernos. La sensación que debe tener un gato todo el rato con esa increíble agilidad.

Aunque a veces las cosas salen mal y un gato puede caerse si mide mal un salto. Eso le pasa a nuestro protagonista en medio de ese paseo rutinario con nuestras colegas. Una tubería sobre la que saltamos se descuelga de sus sujeciones y caemos al vacío, y nos colamos por una especie de sumidero que nos arroja al fondo de la gran estructura, a sus estratos más profundos. Allí nos despertamos, malheridos, entre basura y oscuridad y allí comenzará nuestra aventura, con la intención de salir de allí y encontrarnos con nuestros amigos gatitos.

A partir de estos primeros instantes descubriremos que la enorme estructura de hormigón encierra una ciudad gigante encerrada, hermética, una ciudad creada por humanos para huir de la superficie del planeta que sigue en movimiento pero que parece que no cuenta ya con humanos. En lugar de ellos, la ciudad está poblada por una variopinta legión de robots, que viven como si fueran humanos, adoptando sus costumbres, su manera de actuar y de vivir. Nuestro gatito comienza su exploración en el nivel más bajo, en las cloacas y suburbios de esta ciudad organizada en estratos. Desde allí, e interactuando con los extraños robots que viven como humanos, iremos descubriendo una historia compleja y apasionante, descubriendo el misterio de esta ciudad y sus habitantes (los actuales y los pasados).

Y la historia tiene mucho jugo y, sin tener a los humanos presentes, habla mucho (y muy mal) de ellos, sobre la codicia, la suicida devastación del planeta, la insaciable voracidad del capitalismo, la pobreza, la represión, los estados policiales… Un gato asistiendo atónito a una clase de historia contemporánea.  

Unos robots muy humanos

No vamos a seguir contando nada de la historia que nos cuenta el juego porque queremos evitar todo tipo de spoilers, algo imperdonable para uno de los puntos más importantes de Stray. Pero si os vamos a contar que nuestro pequeño gato conseguirá enseguida a un compañero fundamental: B-12. Este pequeño robot, una especie de dron con una avanzada inteligencia artificial, será capaz de comunicarse con nosotros y nos guiará en nuestra ventura. B-12 será capaz de hacer por nosotros las cosas que no puede hacer un gato: activará mecanismos, pirateará sistemas, leerá carteles y nos traducirá (o nos hará entender de alguna manera) lo que dicen los robots de esta ciudad repleta de neones.

A B-12 le llevaremos escondido en una pequeña mochila a nuestra espalda y, además de echarnos una mano en todas estas tareas, será el encargado de guardar los objetos que podemos ir recogiendo y los ordenará en el inventario. Y es que ya os hemos dicho que Stray, a pesar de mezclar momentos de acción, se trata sobre todo de una aventura gráfica. Así, para avanzar en nuestra misión, tenemos que hablar con los robots de la ciudad, explorar, obtener información de objetos y pruebas del entorno, recolectar objetos y resolver situaciones. Para ello, los robots pueden pedirnos tareas, pequeños encargos, podemos darles objetos y recibir recompensas a cambio o buscar algunos otros para ellos… todo para que la historia siga avanzando.

Además, B-12, que será nuestra principal fuente de información para ir resolviendo los secretos de la ciudad, tiene unas cuantas sorpresas guardadas en su pequeño cuerpo. Y podremos hacer uso de esas sorpresas en algunos momentos de acción que nos depara el juego, sobre todo cuando tengamos que escapar con vida de los enemigos que nos encontraremos: al principio unas extrañas criaturas, unos parásitos que infectan los bajos fondos de la ciudad y que se alimentan de cualquier cuerpo orgánico y hasta del metal de los robots, y después a los propios centinelas robots de la ciudad. ero aquí no tenemos enfrentamientos directos, sino que normalmente huiremos de los enemigos o nos desharemos de ellos de las formas más ingeniosas.

Todo funciona a la perfección y, casi sin diálogos, el título es capaz de indicarnos cuál es el siguiente paso a seguir o qué cosas podemos hacer en cada uno de sus niveles. Y es que, además de la misión principal que nos lleve al exterior de la ciudad (y a encontrarnos con nuestros compis felinos), las calles de esta singular ciudad de robots también nos deparan sorpresas que encontrar y misiones secundarias que realizar. Conociendo a los robots que la pueblan, podemos atender a sus peticiones y conseguir cosas que nos pidan, encontrar coleccionables, etc.  

Aunque tengo que decir que, exceptuando el primero de los niveles del juego, los siguientes van teniendo, cada vez, menos de estas misiones secundarias y tareas ocultas por realizar. Es como si hubieran echado el resto en el primer nivel, con la idea de que todos estuvieran repletos de cosas por hacer y, al quedarse sin tiempo a medida que se acercaba el fin del desarrollo, el resto de niveles se les hubiera quedado más vacíos. Los dos últimos niveles están visiblemente vacíos y sólo te conducen a cumplir la misión principal.  

A nivel técnico tenemos que decir que, sin ser una maravilla nunca vista, los gráficos cumplen a un grandísimo nivel. Las animaciones, salvo algún pequeño glitch esporádico, son fluidas y realistas y destaca la gran cantidad de robots que dan ‘vida’ a la ciudad, todos con su personalidad (a pesar de solo tener una pantalla por cara. Y los enromes e intrincados espacios abiertos de la ciudad son una maravilla cargada de detalles que merece la pena descubrir. Mención especial requieren algunos niveles especialmente verticales, que podemos explorar a placer en todas direcciones con nuestro ágil gato.  El título puede completarse en unas 6 o 7 horas, pero si te entretienes con las misiones secundarias, los recuerdos de B-12 que recolectar y algunas sorpresas escondidas por los niveles, puedes llevar la aventura hasta las 8 o 9 horas. La banda sonora del juego es una pasada y las voces, pues no hay voces, porque los robots solo emiten una sarta de soniditos y el gato, pues solo maúlla.

En definitiva…

Stray nos ha encantado, desde su propuesta inicial hasta su resolución. Es una aventura muy original, porque nunca habías estado a ‘los mandos’ de un gatete intentando sobrevivir a una peliaguda historia de ciencia ficción post-apocaliptica. Y eso sólo con las habilidades y agilidad de un gato, aunque con cierta ayuda de nuestro fiel compañero B-12. Eso sí, nos ha parecido que los niveles hacia el final del juego han sufrido de cierta precipitación y los hemos encontrado un poco vacíos. Pero el juego está bien terminado, y nada falla ni desluce.