Belén de la Hoz se preguntó desde que era niña qué es la felicidad. Esto le llevó a sentirse "como un extraterrestre en un mundo de robots" y a paliar su malestar con el alcohol y las benzodiacepinas. En 'Otro enfoque', Jon Sistiaga conoce su historia.
Belén empezó a los 14 años a tomar pastillas y alcohol "porque anestesiaban el cerebro", explicaba. Tenía fuertes ataques de ansiedad en los que le recetaban las benzodiacepinas que posteriormente le llevaron a la adicción. Ella, como muchos jóvenes, considera que forma parte de los 'nativos medicalizados', a "una generación que juega mucho con los estados de ánimos" sin darse cuenta.
En el caso de Belén, fue diagnosticada de varios trastornos por los que le recetaban "un desinhibidor del estado del ánimo". Un resultado que acabaría siendo catastrófico. Esa misma realidad la viven hoy en día cinco millones de españoles que cada día toman ansiolíticos o antidepresivos.
"La gran mayoría sabe lo que es la euforia, no la felicidad. Hay una distorsión. Hay que estar triste y estar mal para saber qué es la felicidad", explica Belén de la Hoz, que llegó a tal nivel de adicción que pensó en quitarse la vida ya que su sufrimiento era constante y el alcohol y las benzodiacepinas ya no le hacían ningún efecto.
Para Belén, que su intento de suicidio no resultase acabó siendo "un regalo de Reyes" ya que posteriormente ingresó en una clínica de desintoxicación y reconstruyó su vida. Ahora, Belén imparte charlas y habla abiertamente de su historia con la intención de concienciar a los más jóvenes.