Serafín Villarán no era arquitecto pero se las apañó para tener su propia fortaleza, que hoy se puede visitar
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BurgosCorría el 1978 y Serafín Villarán, un burgalés, tuvo una idea un tanto estrambótica. Comenzó a realizar el sueño de muchos: construir su propio castillo. No era arquitecto, ni obrero y nunca se había dedicado a la construcción. Era soldador y, a pesar de que logró levantar las bases de una imponente edificación con aspecto medieval, murió sin terminarla. Ahora es su yerno, Luis Fernández, el que sigue el proyecto, informa en el vídeo Maialen Larrinaga.
El Castillo las Cuevas dista de tener la edad centenaria que aparenta por sus características, pero su historia lo hace muy especial. "Este castillo es único", asegura Luis. Apenas hace unos 40 años que a su suegro se le metió entre ceja y ceja la idea de levantar su propia torre. No hubo ni arquitecto ni título nobiliario de por medio. Sin planos ni formación, comenzó a trabajar sobre una antigua bodega.
Pasadizos y escaleras de un edificación que no piensan dar por terminada
La pared exterior es de cantos rodados. "Es piedra del río Nela, las trajo con el tractor y el remolque una por una", afirma Fernández. Así hasta tener lista su propia fortaleza de 300 metros cuadrados y cinco plantas con todo lujo de detalles. El yerno muestra las distintas estancias y secretos del interior. "Esto es lo primero que hizo mi suegro para amigos y familia, para comer", dice señalando una enorme sala. Pasadizos, escaleras de caracol, una barandilla que es una serpiente y hasta un pequeño museo.
Ahora es Fernández, junto con la hija de Villarán, quien continúa su legado. "Yo le echaba una mano, estuve 15 años con él hasta que falleció. Ahora yo sigo". Serafín murió sin darlo por finalizado. Puede parecer un triste desenlace, pero fue a propósito: ninguno de los dos ha querido acabarlo porque este es el proyecto de sus vidas. "No terminaré nunca. ¿Si termino yo qué hago?", ironiza.
Hoy lo mantienen vivo recibiendo visitantes, que suelen quedar contentos pero sobre todo asombrados por la peculiaridad de la construcción. "Un castillo de maravilla, es precioso", comenta un viajero a las puertas. Y es que este extravagante proyecto personal, sin saberlo, se ha convertido en el monumento más emblemático de Cebolleros.


