“Era un silencio absoluto, como en una película y había un cuerpo en el suelo, me acerqué pero antes de llegar vi que estaba en un aula, entré y empezó todo la conversación”, así narraba David cómo vivió los instantes después a la agresión en el Instituto Joan Fuster. “Comencé a hablar con él, no era él, era un robot, poco a poco fuimos encontrando el espíritu verdadero, el que estaba oculto y poco a poco empezó a tomar conciencia”, seguía narrando.