'En el punto de mira' se cuela en una fiesta ilegal sin miedo al covid: "80 personas en 120 metros cuadrados, sudando y sin mascarillas"

  • Los empresarios de la noche insonorizan pisos turisticos para realizar fiestas privadas

  • Dos barreras de seguridad y pago de la entrada con tarjeta, las medidas de seguridad para no ser descubiertos por la policía

‘En el punto de mira’ se despliega por toda España a la caza de las fiestas ilegales. Vemos como los bares no respetan el aforo ni las medidas de seguridad. Destapamos como algunos empresarios de la noche alquilan pisos turísticos para organizar fiestas privadas y burlar la ley. Acompañamos a la policía en esta carrera contrarreloj por frenar el virus.

¿Quién monta estas fiestas ilegales? ¿Por qué hemos perdido el miedo al covid? ¿Sabían que se montan fiestas en pisos previamene insonorizados para no levantar sospechas? ‘El virus se va de fiesta: En el punto de mira’

Mireia LLinares nos ha abierto desde el ‘En el punto de mira’ la puerta a las noches ilegales que pueblan la península poniendo en peligro la salud de todos. Una de las reporteras de ‘El programa de Ana Rosa’ se ha colado en una de las cientos de fiestas ilegales que los empresarios de la noche organizan en pisos turísticos previamente insonorizados, y nos ha mostrado la realidad de las noches de la capital.

Son las once de la noche de un fin de semana no festivo en Madrid, las calles parecen casi desiertas y las discotecas y los bares de copas tienen los cierres echados, pero ahora la fiesta está dentro de las casas. Conseguimos un chivatazo y nos dirigimos hacía un portal en el que supuestamente se está realizando una fiesta privada y aunque parecía que al no estar en lista, no íbamos a poder pasar. A escasos metros nos encontramos con un hombre de la organización, que nos pide 30€ por entrar y que nos puede cobrar hasta con tarjeta.

Según nos informa se trata de una fiesta de no más de 60 personas. Nada más cruzar la puerta del portal nos recibe un chico y nos pregunta si estamos en lista, y nos envía al primer piso dónde este caso se realiza la fiesta. Una vez allí, otra persona nos pide el dinero de la entrada y nos cobra con tarjeta. Se trata de una vivienda acomodada profesionalmente para la realización de fiestas. Tiene las paredes forradas con corcho para evitar que salga el sonido, una habitación habilitada como pista de baile, otra zona para el DJ que es el mismo que pincha en la discoteca del organizador de la fiesta, otra estancia es la barra… “es una casa convertida en discoteca”. Además, nos confirman que no estamos ante una fiesta puntual, si no que al día siguiente tienen otra planeada: “De 12 a 6 fiesta privada y de 6 a 12 after, luego”.

Unas fiestas en las que no hay ningún tipo de medidas de seguridad, no había mascarillas, la gente estaba sin camiseta, sudando, se besaban con lengua, había todo tipo de drogas… Una fiesta dónde muy probablemente se produjeron contagios: “80 personas en 120 metros cuadrados, no hay distancia de seguridad”.

No son fiestas de chicos de 20 años, son personas de más de 30 acostumbradas a ir de after y estar dos días enteros de fiesta. Según pudo saber la reportera, el piso en el que se realizaba la fiesta era un alquiler turístico y el dueño no tenía ni idea del uso que se le estaba dando a la vivienda. Al hacer muchas preguntas y mencionar a la policía, se ponen nerviosos y tienen miedo de que seamos periodistas. Minutos después, los reporteros fueron invitados a marcharse de la fiesta.

El datafono con el que se cobró el dinero de la entrada a la reportera está a nombre de una empresaria madrileña que hace tan solo unos meses aparecía en una publicación explicando las medidas de seguridad que había adoptado en su local y cómo se veía abocada a la ruina. Sin embargo, si echamos cuentas, con estas fiestas privadas ganaría cómo mínimo unos 26.400€ al mes.