Ya se le ha denominado el "peor campo de refugiados del mundo" dado las malas condiciones de habitabilidad y que triplica la capacidad de personas que pueden vivir allí. De las 9.000 personas que viven allí, 3.000 son niños y, la mayoría, de origen sirio, iraquí y afgano, escapando de conflictos en sus respectivos países.
Casi todas las organizaciones humanitarias que iban a ayudar, han abandonado el campo de Moria en señal de protesta. Idoia Moreno, de Médico Sin Fronteras, una de las pocas voluntarias que sigue allí lo define como un "infierno". "Los niños no se atreven a salir al baño cuando oscurece", dice uno de los voluntarios, dado la gran cantidad de disturbios, peleas e, incluso, violaciones que hay.
"Estamos viendo adolescentes, e incluso niños, que están intentado suicidarse por las horribles condiciones de vida", declara Idoia. El temor continúa en sus cuerpos, tanto es así, que los niños dibujan bombas cayendo sobre sus casas. Las familias refugiadas esperan a obtener un nuevo hogar estable y poder irse de ese campo donde pueden estar un periodo indefinido de tiempo, desde meses hasta años.