Érase una vez una pequeña aldea en Japón sobre la que cayó una maldición: todos sus habitantes se convirtieron en muñecos de trapo. Estamos en Nagoro y, no, la maldición nunca existió. Pero lo que sí es cierto es que aquí, salvo 28 humanos, todos los demás habitantes son de trapo. Cerca de 300. ¿Por qué? Pues la respuesta la tiene Tsukimi Ayano A sus 67 años es la madre de casi todos. Ella misma revela que empezó con uno de su padre para espantar a los pájaros del huerto. Los vecinos comenzaron a darle los buenos días así que pensó llenar el pueblo de gente ahora que se habían ido todos a la gran ciudad.
Dicho y hecho, con muchas horas de arte y amor fueron naciendo todos ellos. Incluso enseña orgullosa el colegio con las aulas llenas de niños. Algunos, casi idénticos a los que sí pasaron por aquí. Ahora, Nagoro es ya conocida como la aldea de los espantapájaros y atrae a cientos de turistas que hasta pueden aprender este noble oficio: crear vidas de paja, papel y paño. Vidas que han devuelto el pueblo a los mapas y que, gracias a todo este cariño, no dejan de crecer cada día.