El miedo infundado a la selectividad

. 10/05/2018 07:04

La prueba ordinaria se celebra en el mes de junio del mismo año que los alumnos cursan el último año de bachillerato y la convocatoria extraordinaria, se realiza, dependiendo de la comunidad, en julio o en septiembre.

Si observamos los datos del Ministerio de Educación en el año 2017, el 67% de los alumnos que realizan la selectividad provienen de la enseñanza pública y el 31% de la privada. No obstante, en ambos casos, el porcentaje de aprobados es de más del 90%.

Ese mismo año, se matricularon más de 280.000 alumnos para la última convocatoria ordinaria, de los cuales aprobaron un 92,4%; siendo el País Vasco (97,85%) la Comunidad Autónoma con el mayor porcentaje de aprobados y Andalucía la que menos (90,19%). Como detalle a destacar es que, es que en la convocatoria extraordinaria, el porcentaje de aprobados se redujo hasta el 75,60%.

Si hablamos de asignaturas y comparando entre las que son troncales, la asignatura con mayor número de aprobados sería Lengua Castellana con un 82,20%, por encima del 73,15% de matemáticas, por ejemplo. Aunque, en el cómputo global, el porcentaje en ambas es notablemente alto, lo que confirma la elevada tasa de aprobados en la prueba.

El cálculo de la nota media de acceso a la universidad se computa evaluando la nota que se haya sacado en la selectividad, que supone un 40% de la nota final, y las calificaciones del bachiller que son el 60% restante. Que suponga este porcentaje, no implica que la presión sea menor, dado que, en definitiva afecta a la nota final.

Partiendo del hecho de que los estudios realizados por el alumno se orientan a su futuro profesional; como hemos dicho, es notable la importancia de que haya una buena nota en la selectividad, puesto que, está directamente relacionada con la nota de corte solicitada por la universidad pública donde haya solicitado plaza.

Cada centro propone su propia nota de corte, así, por ejemplo, la Universidad de Sevilla pide para el Doble Grado de Matemáticas y Física una nota de 13,090; la de la Universidad de Granada es de 13,164. En cambio, la Universidad de Oviedo pide un 12,350. Esta diferencia que puede suponer mínima, de inicio orienta el lugar donde un alumno/a puede realizar sus estudios. Y también, que si en su universidad más cercana no puede realizarlos por no llegar a la nota solicitada, eso pueda implicar que derive su formación hacia otra rama distinta a la deseada en principio.

En definitiva, esa es la importancia real de la selectividad, que en el fondo, tal vez adquiere un indeseado protagonismo en el futuro académico del alumno, y que puede hacer que sus estudios de postgrado también pueden quedar condicionados por ese paso final hacia el acceso a la universidad. Un prueba que, para muchos estudiantes pueda definir el éxito de su futuro profesional.