Cómo hacer frente a las ‘fake news’

Noticias Cuatro 03/11/2018 08:30

Un estudio de opinión del Eurobarómetro, para el cual se entrevistaron a unos 26.000 ciudadanos europeos, mostró que un 83 % de los encuestados creen que las noticias falsas son una amenaza a la democracia.

Acontecimientos como el ‘Brexit’, la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de EEUU y, en España, la supuesta ‘desinformación rusa’ durante el procès independentista catalán son ejemplos de la incidencia que las ‘fake news’ o la ‘posverdad’ pueden tener en acontecimientos políticos actuales.

Antonio L. Manzanero, director del Grupo de Investigación en Psicología del Testimonio de la Universidad Complutense de Madrid, señala que las ‘fake news’ o noticias falsas no son un fenómeno nuevo, “aunque recientemente han tomado cierta relevancia”.

Carlos Rico, politólogo y profesor de la Universidad Pontificia Comillas, coincide en apuntar que ‘fake news’ “es un término nuevo que se ha puesto de moda. Hay quien dice que es el bulo de toda la vida” y, en este sentido, asegura, “los bulos han existido siempre, la mentira ha existido en la política desde siempre”. Lo novedoso, aclara,”es el potencial daño que hacen ahora; es decir, las posibilidades que hay para que una noticia falsa envenene el discurso público son mucho mayores ahora por un motivo muy claro: las nueva tecnologías e Internet”.

Para el profesor Manzanero, “actualmente las falsas noticias cobran interés a partir de la política de Donald Trump en Estados Unidos, que ha acuñado el término de ‘posverdad’, aunque la manipulación de la información (que hoy es más accesible y difícil de contrastar que nunca) está muy extendida”, observa.

¿Por qué se generan las ‘fake news’?

Para Manzanero, “muchas noticias falsas son generadas por interés y por lo tanto la manipulación se realizaría de forma deliberada por personas con escasa ética. No obstante, algunas noticias falsas podrían proceder del desconocimiento o la falta de criterio, por lo que en este caso podría tratarse más de errores no intencionales que de manipulaciones, en cualquier caso inadmisibles en un profesional”.

En cualquier caso, “la distinción entre error no deliberado y mentira siempre es difícil de establecer, debido a que en muchas ocasiones solo podemos especular acerca de las intenciones, aunque la obtención de un beneficio sería un indicador de posible mentira. Igualmente resulta difícil establecer un perfil específico de la persona que genera falsas noticias, y menos aún relacionarlo con un trastorno de personalidad que lo justifique”.

Para el profesor Rico, podríamos hablar de “varias modalidades” de ‘fake news’: “desde mentiras que se lanzan deliberadamente con objetivos políticos” a “noticias que, no es que sean noticias que buscan hacer daño políticamente, sino que, simplemente, por la propia inercia de la sociedad, es una noticia que es inexacta o un bulo, que no se sabe exactamente de dónde viene, que puede incluso nacer de alguien anónimo, porque ahora todo el mundo puede emitir información”.

La diferencia con épocas anteriores es que “ahora cualquier ciudadano o cualquier colectivo puede meter en la Red una supuesta noticia y, a veces, no es que haya una intención directamente estratégica de engañar, pero hay un bulo”. Y aquí se añade la “tendencia” que tenemos en general “a dar más importancia a lo espectacular, a lo novedoso, a lo que se sale de lo común”, lo que puede hacer que esa noticia falsa tenga mucho más recorrido del que se esperaba. “Eso de que las mentiras tienen las patas muy cortas, no siempre es así. A veces una mentira, si es lo suficientemente llamativa, morbosa, espectacular, tiene mucho recorrido. Incluso un desmentido de esa noticia no tiene el mismo impacto que la noticia”, subraya.

Quién puede ser víctima de las ‘fake news’

Décadas de investigación en el ámbito de la psicología del testimonio han mostrado que todos podemos ser víctimas de la información falsa. En general, indica Antonio Manzanero, “aceptamos la información falsa incorporándola a nuestros recuerdos cuando no tenemos una memoria fuertemente asentada sobre esos hechos, cuando es congruente con nuestras expectativas o creencias y cuando consideramos la fuente de información fiable”.

En este sentido, hay gran cantidad de factores que facilitan la aceptación de la información falsa, siendo más sencilla la manipulación cuando se trata de hechos antiguos, cuando la información se repite a lo largo del tiempo y por un gran número de fuentes, y cuando carecemos de conocimientos adecuados para valorar críticamente la información aportada.

Según Carlos Rico, “un problema de fondo es que todas las personas tenemos una tendencia psicológica a buscar aquello que confirma nuestros prejuicios. Nos acercamos a la política, en principio, con nuestras propias posiciones y nuestros propios prejuicios. A no ser que se nos eduque o las instituciones corrijan eso proporcionando información plural o de calidad, o con la educación, nosotros vamos a tener tendencia a buscar en la noticia o en el debate público aquello que confirma nuestros prejuicios. Si no salimos de eso y no oímos versiones alternativas o si nunca debatimos con gente que piensa de forma distinta a nosotros, nunca vamos a poder salir de nuestros prejuicios y nos vamos a ir radicalizando”.

Esto se ve acentuado porque “en política, somos seres emocionales más que racionales. Las emociones están muy vinculadas a lo que nosotros pensamos de las cosas”. De ahí que sea “complicado discutir sobre creencias íntimas de una manera racional y objetiva”. A esto se añade que “al mismo tiempo, tenemos otra tendencia psicológica que es a la conformidad social. A nadie le gusta ser minoría. Se llama la espiral del silencio. Si yo estoy en una reunión con amigos y creo que soy el único que defiende algo, me voy a callar porque no quiero sentirme en minoría. Porque si noto que la gente que está conmigo piensa distinto, se crea una situación muy tensa que no sabemos canalizar de forma racional”. En cambio, “lo llevamos automáticamente a lo emocional”, opina.

Cuál es su transcendencia

“La creación y difusión de noticias falsas tiene una enorme trascendencia, ya que afecta a la capacidad para tomar decisiones y a nuestros recuerdos (individuales y colectivos). La toma de decisiones se realiza en gran parte basada en la información disponible. De este modo [por ejemplo] un consumidor opta por una determinada marca basándose en lo que conoce de la misma y sus competidores”, explica el director del Grupo de Investigación en Psicología del Testimonio.

En su gran trascendencia coincide el profesor de la Universidad Pontificia Comillas y cree que es “un tema al que hay prestarle mucha atención en los próximos años” porque “el poder de hacer daño es mucho mayor” ya que las redes sociales “magnifican” el impacto. Para Carlos Rico, “esto tiene un efecto que puede ser devastador porque si se utilizan estas ‘fake news’ en momentos concretos como antes de unas elecciones, antes de un referéndum, pueden desinformar o crear un estado de opinión que tenga efectos inmediatos en la elección de un Parlamento, en la elección de un líder político, etc. Lo hemos visto en el Brexit, lo hemos visto hasta cierto punto en la elección de Trump, que parece que hubo mucha información falsa para perjudicar a la candidata demócrata, a Hillary Clinton, lo hemos visto con el caso de Cataluña”, observa.

“A medio plazo crea un desgaste de las instituciones”, afirma, porque “en el debate público se mezclan sin que podamos distinguir muy bien qué es espectáculo, qué es la mentira, qué es la una media verdad, qué es una verdad objetiva, y en el fondo se democratiza tanto la información que uno puede decir ‘yo me cojo un poco la que a mí me interesa, y me da un poco igual si es verdad o no’”. Es decir, lo que llamamos ‘posverdad’.

En este sentido recuerda a la portavoz de Trump que ofrecía “hechos alternativos”: todo el mundo puede escoger los hechos que más le gusten, “que más confirmen sus prejuicios y su sectarismo y no tiene que debatir de ellos con otra persona que piensa distinto porque donde se informa o debate es con gente que piensa exactamente igual. Esto crea una polarización política muy fuerte, la gente tiene cada vez posiciones más extremistas y basa sus posiciones cada vez más en hechos que no están confirmados. Esto para una democracia es de mucha inestabilidad”, recalca el profesor Rico y, además, “desgasta las instituciones”.

Efectos en el recuerdo y la memoria

Otro efecto está “muy relacionado con la toma de decisiones”. Es el efecto de las noticias falsas “sobre la memoria individual y colectiva” porque se produce una reescritura de la historia e, incluso, de nuestra propia biografía, explica el profesor Manzanero. “La memoria nunca refleja la realidad tal como fue, sino que es una construcción en la que la interpretación subjetiva de la realidad se combina con nuestros conocimientos y experiencias anteriores y posteriores a los hechos. De este modo, la información falsa tiene la capacidad de alterar nuestros recuerdos, propiciando que recordemos cosas que jamás sucedieron, fenómeno que es muy conocido en el estudio de la memoria de testigos en causas judiciales (misinformation effect)”.

Cómo neutralizarlas

Para Carlos Rico, las ‘fake news’ son “la punta del iceberg de muchas otras cosas” y es un problema que “está muy arraigado en la estructura emocional y cognitiva de las personas”. Con la “banalización de la información, las ‘fake news’, el sectarismo, el cortoplacismo… Estamos devaluando las instituciones y el debate político a niveles muy bajos. Y esto hace que los ciudadanos se sientan más distantes de la política, más cínicos… Corremos el riesgo de que la democracia liberal termine derrumbándose porque nosotros mismos la devaluemos tanto que al final acabe corroyéndose sola”.

Manzanero apunta que diferentes estudios han demostrado que la mejor forma de neutralizar el efecto de la información falsa es el pensamiento crítico. “Esto es, que los receptores tengan conocimientos y estrategias suficientes para detectar el engaño”. Ciudadanos críticos, bien formados e informados “serían menos manipulables por noticias falsas”. La clave estaría en la “capacidad de generar y contrastar hipótesis” preguntándose “¿de qué otra forma se puede explicar? ¿Qué datos contradicen esa información?”.

Para prevenirlas, convendría establecer “altos niveles de intransigencia con respecto a los comportamientos no éticos”, apunta, y añade que “lamentablemente la ética y la epistemología (que estudia los métodos para alcanzar la verdad) son algunos de los contenidos eliminados de los currículos escolares, ya que formaban parte del programa de asignaturas como la filosofía”.

Para Carlos Rico, “las ‘fake news’ al final hay que entenderlas en un contexto más amplio y más complicado, que es cómo funcionan las democracias modernas” y coincide con el profesor Manzanero en la necesidad de “ser críticos” incluso con nosotros mismos como ciudadanos. “Muchas veces no nos damos cuenta de que no estamos a la altura de lo que requiere una ciudadanía democrática. Un ciudadano no solo tiene derechos, tiene obligaciones: tiene que informarse, tiene que ser crítico con él mismo… y eso no lo tratamos lo suficiente”.

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