"Es una mentira y una farsa". Así de rotundo y de duro se muestra Javier a la hora de valorar la comisión antipederastia cuya creación ha sido anunciada por la Conferencia Episcopal y en la que estará al frente Juan Antonio Menéndez Fernández. Considera Javier que no es la persona idónea para dirigir este intento de frenar una lacra que está manchando sin freno a la Iglesia. Cree que no lo es porque él fue una de las personas a las que recurrió Javier para denunciar lo que le había ocurrido en el Seminario Menor de La Bañeza en León. Y los resultados fueron más que mediocres. Pese a ser demostrado que el sacerdote José Manuel Ramos Gordón había abusado de él, este solo fue apartado durante un año.
La historia de Javier ha sido conocida por todos porque él nunca se escondió. No lo hizo cuando comunicó los abusos a sus tutores sin obtener una respuesta satisfactoria, no lo hizo cuando también se lo comunicó a Juan Antonio Menéndez Fernández, ni tampoco cuando envió hasta cuatro cartas al Papa Francisco para contar su caso. No recibió respuesta, pero sí que logró que el Papa mandara revisar lo que había ocurrido, como desvela El Periódico.
En julio del 2015, el obispo contactó con Javier para informarle de que el proceso canónico desencadenado por su carta -del que no había tenido ninguna constancia- ya había finalizado. La iglesia reconocía los abusos, pero no habría una compensación económica. Esa ha sido la defensa de Juan Antonio Menéndez en la cadena Cope. Dejar claro que Javier le había pedido una compensación de 300.000 euros. Él reconoce que lo hizo. Era el precio de su resarcimiento, pero no los recibió nunca. La Iglesia consideraba que ese pago sería como malversar fondos. Duro camino le queda a la Iglesia para intentar recuperar una imagen más que deteriorada por estos casos. Y los primeros que tienen que sentir que actúa son las víctimas. En el caso de Javier no lo han logrado: "No, no se ocupan de las víctimas".