Míkel Azparren entraba a toda velocidad en la plaza del Obradoiro sabiendo que había batido un récord: hacer el Camino de Santiago en menos de veinticuatro horas. En la meta, aplausos y un familiar, nervioso que cree que necesita ayuda para frenar. La asistencia hace caer al ciclista vasco que grita de dolor. La ayuda le ha ocasionado una clavícula rota y un hematoma que apenas le permite andar.