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Cuando los grupos de WhatsApp son un gasto: guía para gestionar regalos y botes sin conflicto

Un bote puede volverse tóxico cuando deja de ser voluntario
Un bote puede volverse tóxico cuando deja de ser voluntario. Freepik
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Los grupos de WhatsApp han pasado de ser un espacio para compartir entre familiares o amigos a ser constantes “botes” para cumpleaños, regalos, baby showers, jubilaciones, despedidas… Y aunque la intención sea buena, el bolsillo puede resentirse antes de que uno se pueda dar cuenta. Por no olvidar, que estos “botes” para celebraciones varias pueden generar incomodidad, olvidos o conflictos silenciosos entre los participantes del grupo.

Lo que en un principio puede parecer práctico y reaviva el sentimiento de comunidad, puede convertirse en un gasto constante y casi invisible que golpea el bolsillo. Según expertos en consumo, estos pagos digitales sociales han crecido con mucha fuerza en España y, con ellos, también las tensiones: ¿qué pasa si no se puede aportar? ¿Cómo evitar sentirse mal por no participar? ¿Qué hacer cuando el grupo comienza a llenarse de recordatorios incómodos?

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Guía básica: los consejos que sí funcionan

En los grupos de Whatsapp, lo que marca la diferencia entre un bote bien gestionado y un auténtico caos no es la tecnología, es la etiqueta. Es decir, esas normas no escritas que hacen más sencilla la convivencia y evitan que los regalos se conviertan en el motivo de tensiones indeseadas.

Definir el objetivo del bote con claridad

La ambigüedad genera malentendidos. No es lo mismo decir: “¿Hacemos bote para el cumpleaños?” que explicar en un mensaje destacado: “Bote para el regalo de cumpleaños de María. Hemos visto un reloj que le va a encantar y cuesta 150 euros, por lo que tenemos que poner 10 euros por persona. Tenéis hasta el viernes 19.”

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Cuando en ese mensaje hay una cantidad, un objetivo y un plazo, todo resulta mucho más transparente y nadie se puede sentir perdido ni tampoco obligado a preguntar varias veces de qué va la cosa. La claridad reduce los conflictos y aumenta la participación.

Respetar los tiempos (y también los silencios)

Una cosa es recordar a mitad de semana que el plazo se acaba y otra, bastante diferente, es insistir tres veces al día con mensajes en mayúsculas o emoticonos de alarma. Hay que pensar que la gente tiene su vida y sus obligaciones, y en cuanto puedan, pagarán su parte del bote. Para hacer estos recordatorios, que en algunos casos se vuelven imprescindibles, se recomienda un mensaje amable.

Tampoco hay que recordarlo a cada hora, se puede poner al final del día cuando sabemos que todos están ya en casa descansando, porque puede que con la velocidad a la que vivimos, se hayan olvidado. En caso de que alguien no participe, se tiene que entender como una decisión personal. Presionarle solo va a generar incomodidad y puede provocar que esa persona se moleste.

Ser sensible con la situación de cada uno

Tenemos que ser conscientes de que no todos atraviesan el mismo momento económico. En un grupo puede haber quien esté en paro, con una hipoteca que haga que lleguen justos a final de mes o con muchos gastos. Obligar a participar a todos, puede ser incómodo. En estas situaciones, se puede sugerir una cifra orientativa pero decir “que cada uno aporte lo que pueda”. Este gesto, aunque parezca pequeño, puede aliviar esas tensiones invisibles y evitar que alguien pueda sentirse excluido.

Repartir responsabilidades

El clásico “lo pago yo y me hacéis bizum” puede acabar con alguien cargando con el marrón de perseguir a la gente para que paguen su parte, cuadrar cuentas o adelantar dinero durante semanas. Una regla de etiqueta básica es nombrar a una o dos personas para que se encarguen del bote y de la compra del regalo, con un plan claro para el reparto.

Si hay transparencia, todos saben qué se ha comprado, cuánto ha costado y si ha sobrado algo para qué se va a destinar ese dinero. Incluso, se recomienda enviar una foto del ticket: es un gesto que no cuesta nada y refuerza la confianza.

Normalizar decir “no”

Quizá este sea el punto más difícil, pero también el más sano. A veces no se puede o no se quiere participar por la razón que sea, y está bien expresarlo con educación. Todos tenemos el derecho a declinar sin tener que dar explicaciones de más. Lo que debe evitarse es el silencio incómodo porque alimenta rumores y malentendidos. Decir que no se va a participar con honestidad y respeto protege tanto tus finanzas como tus amistades y tranquilidad.

¿Qué hacer cuando el grupo para el bote empieza a volverse tóxico?

Un bote empieza a volverse tóxico cuando deja de ser una invitación y pasa a ser una obligación disfrazada. Las señales son fáciles de detectar: hay recordatorios constantes, reproches a quienes no han pagado o no quieren participar. También pasa cuando se encadenan botes sin descanso que al final suman una cantidad considerable al mes.

Lo primero que hay que hacer es poner límites con educación. Un mensaje claro que cuente que no se puede participar, esto evita silencios incómodos y deja claro que no se trata de un rechazo personal, sino de la situación económica del momento. Si los recordatorios se vuelven insistentes, lo mejor es hablar directamente con el organizador en privado y contarle la situación.

Si el grupo mantiene esta dinámica tóxica, siempre está la opción de salir del grupo. La regla de oro que no hay que olvidar es que la participación en un regalo debe ser voluntaria, no una obligación económica camuflada de amistad.