Una familia canadiense ha dicho ¡basta ya! Ya no puede más y ha decidido renunciar a todos los avances tecnológicos de los últimos años. Quiere que sus hijos tengan una infancia como la de antes, en la década de los años ochenta. Porque, dicen, estaban tan enganchados que no hablaban entre ellos. Porque quieren que sus hijos vivan una infancia como la suya.