Noticia de un secuestro: García Márquez, Richard y yo

Ana Ortas 18/04/2014 12:42

Gracias a la Fundación Nuevo Periodismo Latinoamericano y a la Escuela de Periodismo de ELPAIS, pude acudir a ese privilegiado curso de 3 días que iba a impartir el Premio Nobel. Recuerdo, de aquellos días los heterogéneos orígenes de todos nosotros y la veneración que teníamos por el autor de Cien años de soledad.

Recuerdo que se hizo el silencio al entrar el escritor en el aula. Sus movimientos eran lentos y seguros, con un deje de cansancio. Nos habló del oficio de escribir y del periodismo, como era imprescindible la precisión de los datos, la veracidad de los detalles.

Y entonces nos leyó el primer capítulo de su vuelta al periodismo: Noticia de un secuestro, la historia del secuestro entre otros, de la periodista colombiana Diana Turbay y su muerte, que todavía estaba investigando.

Leía y narraba García Márquez casi mejor que escribía, o al menos eso me pareció siempre a mí. Al acabar nos hacía preguntas sobre nuestras impresiones y no decíamos mucho quizá por lo impresionados que estábamos.

Y entonces, no recuerdo si fue el primer día o el segundo, nos contó su preocupación por el final del libro o el final del reportaje, como lo llamaba él. Necesitaba saber cómo había muerto la periodista Diana Turbay en el cruce de balas que se produjo en su intento de liberación, y sólo una persona lo sabía: el camarógrafo Richard Becerra, que fue secuestrado con ella y en cuyos brazos murió.

Esa historia me sonaba, como si otra persona me la hubiese contado desde otro punto de vista. Tardé unos minutos en reaccionar. "Yo conozco a ese cámara y vive en España, pero se llama Jon"- dije en voz alta.

El maestro me miró serio y me dijo: "No, se llama Richard.Pero si te ha contado esa historia a lo mejor la ha vivido."- dijo Gabo. "Bueno, sí se llama Becerra y hace un año me contó su secuestro mientras recogíamos el trípode y la cámara"- añadí.. "Pues búscalo, que espero a Richard a las 9 de la mañana en el Ritz, que pregunte por mí" dijo con cierto cansancio el maestro.

Era la época de las cabinas telefónicas y de las milagrosas llamadas a los teléfonos fijos. Por la noche llamé a Jon a su casa, y como ocurría en aquellos tiempos pre-móviles, me cogió el teléfono. Atropelladamente le conté porqué le llamaba. Con nerviosismo y ansiedad le pregunté si realmente el era Richard o Jon y él me dijo que los dos por motivos de seguridad.

Jon fue a su cita con el maestro, pero ninguno de los dos me contó jamás de que hablaron. Ese día García Márquez llegó algo más tarde y en la comida protocolaria con la que se daba fin al curso dormitó varias veces mientras alababan su obra.

Al maestro le vi tres o cuatro veces más en sus visitas a Madrid. A Jon, ese personaje literario vivo, me lo encuentro varias veces al año cubriendo con su cámara todo tipo de acontecimientos y sufriendo como todos los rigores de la crisis. De aquella historia y de aquel verano me quedaron otras impresiones y una bonita dedicatoria de Gabo una vez que el libro quedó impreso.