Los países de tránsito de la crisis humanitaria que se anuncia, están tomando medidas para su control. Turquía por ejemplo está levantando un largo muro en su frontera con Irán, por donde muchos afganos huyen hacia Europa.
Las tumbas en la ciudad de Van, en la frontera oriental de Turquía, son la prueba de la dificultad del viaje de los refugiados. La mayoría de los enterrados son afganos, que murieron de frío, por disparos o en accidentes tratando de cruzar la frontera entre irán y Turquía a través de imponentes cordilleras.
Un joven afgano de 17 años ha tardado más de cuatro meses en llegar a Turquía. Fue devuelto en tres ocasiones a Irán, tras haber alcanzado territorio turco, y además, en Irán le asaltaron y robaron casi todas sus pertenencias.
Ahora vive en una casa abandonada esperando a que un traficante le ayude a llegar al oeste de Turquía, desde donde tratará de llegar a Europa una vez junte el dinero necesario.
En lo que va de año Turquía ha detenido a más de 38.000 afganos por entrar irregularmente en el país. Son internados en centros, donde se quedan en un limbo porque no se les reconoce estatus de refugiado y tampoco pueden ser deportados dado que, desde la toma del poder de los talibanes, el Gobierno de Ankara ha suspendido las devoluciones.
Matin nos cuenta, por ejemplo, que no puede regresar a Afganistán ya que estuvo tres años en el Ejército y tiene miedo a la venganza de los talibanes. Los afganos seguirán llegando, pese a los muros, los soldados y los blindados. Porque, por muchos obstáculos que halla, el temor a los talibanes es mucho mayor. Así lo cuenta Nasringul, viuda que hizo el viaje con cuatro hijos a su cargo, incluido un bebe de año y medio.