La ceremonia de coronación de Carlos III y de Camila: las claves de este evento que marca la historia de Inglaterra

La ceremonia ha sido una especie de viaje en el tiempo. Solo la monarquía británica mantiene este ritual que se remonta al año 1666 y solo la monarquía británica es capaz de llevar a cabo este evento como lo ha hecho con dosis extraordinarias de boato y de confianza en sí misma. Se han podido ver mantos imperiales, cetros y aceite procedente de los olivos de los montes de Jerusalén.

La ceremonia de coronación se ha desarrollado tal y como establecen sus estrictos protocolos. Una vez dentro de la abadía de Westminster, el arzobispo de Canterbury ha sido el encargado de presentar a Carlos III. "Dios salve al rey", se ha escuchado por primera vez en la abadía al que le han seguido las trompetas reales.

El histórico momento

A continuación, el rey ha jurado defender las leyes de la comunión anglicana y se ha declarado protestante fiel. Tras esta declaración ha comenzado el momento sacro más importante de la coronación y, también, el más íntimo ya que se oculta al público: el arzobispo de Canterbury ha ungido las manos, el pecho y la frente de Carlos III con un aceite sagrado hecho con aceitunas del Monte de los olivos de Jerusalén.

Poco después ha llegado el instante en que el rey ha sido coronado. Carlos III se ha convertido en el séptimo rey en la historia en llevar la Corona de San Eduardo junto al cetro y el orbe real.

Durante dos minutos las trompetas reales han vuelto a sonar, esta vez junto a las salvas de cañones y las campanas de toda Inglaterra. La ceremonia ha continuado con la entronización del nuevo rey que se ha alzado en trono para que todos los miembros de la realeza se arrodillen ante él y le juren lealtad.

Una tradición que Carlos III ha cambiado limitando este juramento de postrar la rodilla únicamente a su su sucesor en el trono, el príncipe Guillermo. Para terminar la ceremonia, los reyes han bajado de sus tronos y han pasado por la capilla de San Esteban donde Carlos III ha cambiado la corona de San Eduardo por la del Estado Imperial que ha sido la que luciría de vuelta al palacio de Buckingham y con la que saludará a sus ciudadanos desde el balcón.