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Robert Janczak pertenecía a la Academia de Pilotos de Polonia cuando era joven y un día, en su permiso, regresó a su aldea. En el camino se encontró al herrero del pueblo, al que saludó y no obtuvo respuesta. Decidió contárselo a su madre y ésta, se desmayó al escuchar a su hijo y le comunicó que ese hombre había muerto hace una semana. Robert temía que este suceso determinara su futuro en la aviación.