Conspiración alimentaria

cuatro.com 03/12/2012 02:20

Estos son algunos de los sospechosos habituales a los que se suele hacer referencia: Aspartamo, el edulcorante artificial por antonomasia. Se le ha acusado de provocar daños neurológicos, cáncer o partos prematuros.

Dimetilpolisiloxano: Es un producto sintético industrial utilizado en impermeabilizantes y selladores. Sus detractores le achacan diversos efectos adversos sobre el organismo.

BHA y BHT: Son conservantes. Se agregan a muchos alimentos comunes. Ha habido denuncias respecto a que pueden causar cambios en el cerebro, alteración de la conducta y posiblemente provocar cáncer.

Por si todo esto fuera poco, la globalización también ha llegado a nuestra nevera y cada día es más frecuente que compremos alimentos procedentes de países con controles de calidad menos estrictos que los europeos.

Pero si hay un tema que está en el foco de todas las miradas actualmente es el de los organismos genéticamente modificados, más conocidos como transgénicos.

Lo sepamos o no todos hemos ingerido, probablemente a diario, este tipo de alimentos. El maíz, la soja o muchos de los aceites que utilizan en la industria proceden de este tipo de organismos.

Frecuentemente surgen noticias alarmantes que tienen a los alimentos transgénicos como protagonistas desde prohibiciones y moratorias en diferentes países para su comercialización hasta un reciente y controvertido estudio que ligaba este tipo de alimentación a la aparición de tumores en ratas de laboratorio.

Mientras los defensores de este tipo de cultivos patrocinan sus bondades y aseguran que son el futuro de la alimentación, diversas plataformas alertan de peligros derivados a su asociación a pesticidas altamente tóxicos.

La amenaza que supondría para la biodiversidad o los problemas derivados de que empresas probadas ostentes la patente de organismos vivos.

Con toda esta información, es natural que los consumidores se sientan desamparados, con la sensación de no saber realmente lo que se están llevando a la boca, lo que están dando de comer a sus hijos. ¿Está justificado este temor o es un alarmismo infundado?