Marcelino, el payaso español y maestro de Charles Chaplin que acabó de forma trágica

  • Marcelino fue un payaso aragonés, de familia humilde, que llegó a lo más alto como estrella de los grandes teatros del mundo

Esta es la historia de un aragonés nacido en Jaca, Huesca, en 1873 que se convirtió en uno de los payasos más famosos de todos los tiempos y que el mundo olvidó. Se llamaba Isidro Marcelino Orbés Casanova, más conocido como ‘Marcelino’, el hombre que hizo reír a millones de personas en Europa y Estados Unidos a principios del siglo XX.

“Marcelino era de familia humilde y desde muy pequeño siempre el mundo del circo le maravilló (…) Marcelino huyó de su familia y fue acogido por circenses, con ellos comenzó como ayudante para terminar como un experto payaso acrobático”.

Charles Chaplin fue su ayudante cuando solo era un niño

A finales del siglo XIX fue fichado por un importante circo británico donde en poco tiempo el aragonés se convirtió en una auténtica estrella que hacía reír a niños y mayores. Allí tuvo un jovencísimo ayudante que se convertiría en uno de los personajes más famosos de la historia del cine: Charles Chaplin.

“En una de sus actuaciones, uno de los niños que compartían escena con él era Chaplin (…) Charles Chaplin llegó a contar en una ocasión que Marcelino le regañaba y corregía sus movimientos”.

En 1905 Marcelino es recibido con honores en el recién inaugurado teatro ‘Hippodrome’, en Broadway, el más grande del mundo. Allí llegó a tener un caché de mil dólares semanales de la época, una auténtica fortuna. Marcelino llegó a tener su propio espectáculo y participaciones importantes en películas y cómics.

Su caída a los infiernos: alcohol, mujeres y muerte

Pero el exitoso payaso no supo adaptarse a los nuevos tiempos, especialmente al cine, y no siguió adelante su carrera cinematográfica como hicieron otros grandes del momento. Mal aconsejado y con poca visión para los negocios, Marcelino acabó completamente arruinado:

“Tenía problemas tremendos con las mujeres y con el alcohol, incluso propinaba grandes palizas a la que fuera su mujer”.

Cuando cae su fama, una noche, en noviembre de 1927, Marcelino acabó con su vida de un disparo en la habitación de hotel de Manhattan en la que vivía. Los agentes de policía, avisados por la señora de la limpieza que encontró su cuerpo, encontraron en su bolsillo un certificado de pertenencia a una logia masónica del Reino Unido, un misterio que se llevó a la tumba.

A su funeral acudieron tan solo 84 personas y entre las coronas de flores que llegaron hasta su tumba destacó una, la de su aprendiz Charles Chaplin.