María Sabina Suey, la valenciana que arriesgó su vida para salvar el Santo Grial en plena Guerra Civil Española

  • José María Zavala regresa a ‘Cuarto milenio’ para rescatar la historia de la mujer que protegió el Santo Grial de Valencia

  • María Sabina, devota valenciana, puso en riesgo su vida y la de su familia por proteger la copa sagrada en plena Guerra Civil Española

  • “Los milicianos llegaron a casa de María con la intención de matarla, ya que unos judíos habían ofrecido ocho millones de pesetas de la época a cambio de la copa”

El cáliz de Cristo, la copa de la última cena o el grial de Valencia. Estos son solo algunos de los nombres que este misterioso objeto ha recibido a lo largo de los siglos. Se trata de una humilde vasija de alabastro inicialmente que más tarde fue adornada con piedras preciosas y joyas a través de los siglos, una copa que muchos aseguran fue con la que Jesucristo dio de beber a los apóstoles en la última cena.

Pero, teorías a parte, lo que nadie puede negar es que esta pieza que ahora descansa en la catedral de Valencia ha sido a los largo de los años protegida fielmente por las personas que creen en su autenticidad y en su incalculable valor.

Una de estas personas es María Sabina Suey Vanaclocha, una valenciana que en pleno 1936, cuando las calles de su ciudad acababan de ser tomadas por turbas de milicianos armados, se armó de valor para rescatar la pieza, envolverla en papel de periódico y sacarla del templo bajo su axila, tal y como nos cuenta el gran José María Zavala:

“María Sabina era una católica practicante que iba a misa a diario, precisamente durante una misa el canónigo le pide a esta mujer que ponga a salvo la reliquia más valiosa de toda la cristiandad ante los gritos de los milicianos que ya se escuchaban cerca”.

Tan solo tres horas después de que María Sabina Suey sacase de allí la copa, los milicianos entraron en la catedral prendiendo fuego al altar mayor en el que se encontraba el grial:

“Ella se jugó la vida por sacar de allí la pieza, con todo el peligro que esto suponía, y llevar el grial hasta su casa para esconderlo (…) Una vez en la casa, ella y su madre metieron el cáliz en un hueco especialmente diseñado para el objeto en un armario ropero”.

Cuando los milicianos repararon en que el grial no estaba en su lugar de la catedral, reciben un chivatazo sobre el posible paradero de la copa. Comienza en ese momento una auténtica pesadilla para María y su familia.

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