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Cuidar a los hijos o ser monógamo y su relación con la longevidad: ¿por eso viven más tiempo las mujeres?

La genética, las hormonas y los comportamientos de riesgo son parte de la ecuación
Genética, hormonas y comportamientos de riesgo son parte de la ecuación. Freepik
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Durante años, las estadísticas lo han dejado claro: las mujeres viven más que los hombres. En España, por ejemplo, la esperanza de vida femenina ronda los 85 años, mientras que la masculina 79 años. Esto no es algo exclusivo del mundo occidental, es algo que se repite en casi todos los países del planeta. La pregunta es por qué.

Un estudio internacional realizado por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Alemania ha confirmado que las mujeres, en general, viven más que los hombres. Es un patrón que también está presente en otras especies de mamíferos y aves. Esta investigación publicada en Science Advances analizó 1.176 especies para poder entender las diferencias de longevidad entre sexos.

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El estudio reveló que las estrategias reproductivas, como la competencia sexual y el tipo de pareja, tienen un papel fundamental en esas diferencias. En las especies con estructuras polígamas, los machos están sometidos a una intensa competencia para conseguir y retener a diferentes parejas. Esta presión se traduce en mayores gastos fisiológicos: tienen que utilizar más energía, exponerse a más riesgos, tener mayores cargas hormonales o más estrés. Estos factores son los que favorecen que los machos mueran antes.

Otro aspecto importante que se destaca en el estudio es que el sexo que invierte más en el cuidado de las crías, normalmente las hembras en los mamíferos, desde el punto de vista de la supervivencia podría ser el que obtiene más beneficios. Cuando el objetivo es proteger y sostener a los hijos, esto hace que se reduzcan en gran medida los comportamientos de riesgo y también implica una mayor estabilidad biológica.

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Cómo se relaciona esto con los humanos

Comenzando por la parte genética, las mujeres tienen dos cromosomas X, como en muchas otras especies, lo que les da cierta “reserva” frente a mutaciones mortíferas en genes ligados al X. Los hombres, sin embargo, solo tienen un cromosoma X, obviando esta ventaja. Además, las hormonas femeninas, como el estrógeno, tienen efectos protectores en el sistema cardiovascular, antioxidantes ligeros, etc., los cuales podrían retrasar el envejecimiento de ciertos órganos.

Además, históricamente los hombres tienen más comportamientos de riesgo que las mujeres: tienden más a fumar, consumir alcohol, tienen trabajos más peligrosos y mucha menos atención al cuidado propio.

En relación a lo mencionado anteriormente, existen hipótesis que proponen que ciertos roles reproductivos o sociales han favorecido la supervivencia extendida de las mujeres como la hipótesis de la abuela. Ésta sostiene que, en humanos, las mujeres que sobreviven más allá de su edad reproductiva, la menopausia, pueden aportar valor cuidando a nietos y apoyando a la descendencia. Esta ayuda puede favorecer la supervivencia de sus genes.

La relación entre la maternidad y la esperanza de vida ha sido uno de los campos más estudiados. Diversas investigaciones han explorado si tener hijos puede tener algún tipo de conexión con la longevidad. Un trabajo publicado en Journal of Epidemiology & Community Health, basado en más de 1,4 millones de suecos, concluyó que tanto hombres como mujeres con hijos vivían más que aquellos que no los tenían, sobre todo en la vejez. Los autores sugirieron que tenía más que ver el apoyo emocional y social de los hijos, que el aspecto biológico del embarazo, en el efecto protector frente a enfermedades y deterioro cognitivo.

Evidentemente, esto no es la regla general, ya que otros estudios han matizado esta relación y aclarado que no todos los embarazos o contextos familiares son beneficiosos para la salud. Tener muchos hijos o asumir una carga de cuidados excesiva puede aumentar el riesgo de estrés crónico, agotamiento físico y problemas cardiovasculares. No es tanto el “ser madre”, sino el cómo se vive ese rol de cuidado. Cuando hay apoyo emocional, red social y estabilidad económica, tiende a prolongar la salud; en el caso contrario, si hay soledad o sobrecarga, puede acortarla.

El otro gran aspecto es la monogamia y las relaciones estables. A pesar de que su estudio es más complicado por su componente cultural y subjetivo, se han conseguido evidencias consistentes de que mantener vínculos emocionales duraderos y relaciones de pareja estables tiene efectos positivos sobre la longevidad. Un análisis publicado en American Journal of Epidemiology mostró que las personas casadas o con relaciones estables presentaban menor mortalidad por enfermedades cardiovasculares, respiratorias y cáncer. Este efecto era más significativo en hombres, debido a que posiblemente las mujeres tienden a cuidar más los hábitos de su pareja y fomentan un estilo de vida más saludable.

Este beneficio no proviene exclusivamente del matrimonio o la monogamia, sino del apoyo emocional y la conexión social que genera. Diversos estudios han demostrado que las personas con redes afectivas sólidas, ya sean de pareja, de amistad o familiares, tienen un 50% más de probabilidades de vivir más tiempo que aquellos que están socialmente aislados. La oxitocina, una de las hormonas implicadas en el apego y el afecto, reducen la producción de cortisol, lo que hace que disminuya la inflamación crónica y protege el sistema inmunitario.

Estos factores emocionales tienen mayor peso a medida que se envejece. De hecho, la investigación conocida como Harvard Study of Adult Development llegó a la conclusión que que las relaciones cercanas y de calidad son el mejor predictor de una vida larga y satisfactoria, más que la genética o el nivel económico.