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Microdosis de dopamina: así es como tu cerebro se ha vuelto adicto a las notificaciones (y cómo parar)

Desde la desactivación de notificaciones o la meditación pueden ser grandes aliados
Silenciar las notificaciones o meditar pueden ser grandes aliados. Freepik
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Estamos en la era de las distracciones constantes. En apenas unos minutos podemos tener varias notificaciones de WhatsApp, mensajes en redes sociales, correos sin leer o recordatorios de tareas que hay que hacer. Cada una de esas notificaciones tiene la capacidad de generar una pequeña explosión de dopamina en nuestro cerebro.

Lo que en un principio puede parecer que se trata de un simple aviso, se convierte en una microdosis de dopamina que es capaz de generar hábitos que difícilmente podemos romper. La psiquiatra Marian Rojas Estapé señala que “el exceso de estímulos y la multitarea constante deterioran nuestra capacidad de concentración y hacen que nuestro cerebro piense peor”. Pero, ¿cómo hemos podido llegar a este punto y qué es lo que podemos hacer para recuperar el control?

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La dopamina, la “moneda” del placer cerebral

La dopamina es un neurotransmisor esencial en el sistema de recompensa del cerebro. Cada vez que anticipamos algo placentero o conseguimos una meta, nuestro cerebro libera dopamina, reforzando el comportamiento que nos ha llevado a esa sensación. Esto funciona de una manera parecida al refuerzo positivo: si algo nos produce satisfacción, el cerebro aprende a repetirlo.

En el caso de las notificaciones, cada mensaje, like o correo es interpretado por nuestro cerebro como un mini-logro. Según estudios recientes realizados por la Universidad de Stanford, la simple expectativa de recibir una notificación activa las áreas cerebrales relacionadas con la recompensa, incluso antes de abrir ese mensaje. Esto es lo que genera esta especie de “adicción digital”: no se trata de buscar un contenido concreto, sino que se busca la sensación de placer que provoca la anticipación de recibirlo.

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Cuando hablamos de “microdosis de dopamina”, serían estímulos aparentemente triviales que se repiten con frecuencia y pueden alterar nuestro comportamiento. Cada vibración, cada sonido o cada parpadeo de la pantalla actúa como una pequeña recompensa. Estas microdosis son suficientes para generar un circuito de dependencia, donde el cerebro va a priorizar la gratificación inmediata sobre aquellas tareas que requieren de concentración prolongada.

Según la psiquiatra, estamos continuamente conectados a estímulos que nos generan satisfacción inmediata, pero esta sobreestimulación constante hace también que se haya perdido la capacidad de atender a lo que realmente importa. La consecuencia, por tanto, es doble: por un lado, podemos sentir ansiedad si el teléfono está fuera de nuestra vista, y luego, por otro, nuestra capacidad de concentración y memoria se ha reducido significativamente.

Los efectos de las microdosis de dopamina en la salud mental

Este bombardeo constante de microdosis de dopamina tiene efectos directos en nuestra atención, memoria y regulación emocional. Algunas investigaciones han señalado que el exceso de notificaciones puede reducir la capacidad de concentración sostenida y aumentar la impulsividad. Además, también se ha podido observar una relación entre el incremento de síntomas de ansiedad y estrés con este exceso de notificaciones, sobre todo en adolescentes y jóvenes adultos.

El cerebro, al acostumbrarse a recompensas rápidas, desarrolla una baja tolerancia a la frustración, lo que hace muy complicado que pueda mantener el foco en tareas largas o monótonas. Es la misma lógica que explica por qué los juegos de azar o las redes sociales son capaces de generar adicción: el refuerzo es constante, impredecible y altamente motivador.

Identificar esta adicción puede ser complicado, ya que no todas las personas reaccionan igual a las microdosis de dopamina, pero sí que hay señales de dependencia digital: revisar el teléfono de manera compulsiva aunque no se tengan notificaciones; se tiene dificultad para concentrarse en tareas largas; cuando se está desconectado se siente ansiedad y estrés o se siente la necesidad de una multitarea constante sin llegar a disfrutar realmente de ninguna actividad.

Poder reconocer estos patrones es el primer paso para intervenir, ya que ser consciente del problema permite poder aplicar estrategias concretas que reducen esta sobreestimulación y pueden recuperar la capacidad de concentración.

Estrategias para reducir la dependencia de microdosis de dopamina

Desactivar notificaciones no esenciales

Cada notificación consume energía mental y genera una anticipación completamente innecesaria. Saber priorizar solo aquellas notificaciones que son realmente importantes puede ayudar a reducir esta sobrecarga de dopamina.

Establecer bloques de concentración

La técnica del Deep Work o trabajo profundo sugiere periodos de enfoque ininterrumpido. Limitar la exposición a dispositivos durante 60-90 minutos puede mejorar significativamente la atención y productividad.

Crear un espacio de detox digital

Programar tiempos sin dispositivos, como durante las comidas o antes de dormir puede permitir al cerebro que recupere su nivel basal de dopamina y que la ansiedad asociada a la espera de notificaciones disminuya.

Practicar mindfulness y atención plena

La práctica de la atención plana hace que el cerebro entrene para observar impulsos sin reaccionar automáticamente, reduciendo la necesidad de buscar gratificación inmediata a través de notificaciones.

Reemplazo de estímulos

Sustituir la revisión constante del teléfono por actividades que generen placer sin microdosis de dopamina externas, como leer, caminar o tocar un instrumento ayudan a restablecer el sistema de recompensa.

El problema es que estas microdosis de dopamina no solo afectan a los adultos, también a los niños y adolescentes que son especialmente vulnerables. Cuando se expone de manera temprana a estímulos digitales constantes puede condicionar sus hábitos de atención y aprendizaje. Por lo que es importante que se establezcan estrategias de higiene digital, promoviendo hábitos de desconexión y fomentando actividades que fortalezcan la atención sostenida.