La “depresión posvacacional” no es una patología, sino un reajuste transitorio
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Volver al trabajo después de las vacaciones no debería hacerte sentir como si estuvieras en pleno aterrizaje de emergencia. Sin embargo, para muchos, la primera semana tras el descanso estival se convierte en un cóctel de apatía, irritabilidad, insomnio y bajón anímico. Lejos de ser un capricho emocional, este fenómeno tiene nombre: síndrome postvacacional, y puede afectar hasta al 30% de los trabajadores, según diversos estudios.
Pero hay una estrategia que comienza a cobrar fuerza en los departamentos de Recursos Humanos y entre expertos en salud laboral: la "semana de aterrizaje". Lejos de plantear una vuelta abrupta, esta propuesta busca que los primeros días sirvan de puente entre el ritmo lento del descanso estival y la exigencia del trabajo diario, convirtiéndose en un periodo de transición pensado para amortiguar el impacto físico y emocional de la vuelta al trabajo.
Una semana de aterrizaje: preparar el cuerpo y la agenda
La idea que se propone es simple: estructurar los siete primeros días de trabajo para realizar una transición suave del ocio a la actividad normal, sin saltos. Para ello conviene en primer lugar preparar ritmos. En este sentido, el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria aconseja “retomar nuestros horarios habituales una semana antes de la vuelta”, subrayando el cambio de horas de sueño en verano. Hay que tener en cuenta que los síntomas leves del síndrome post-vacacional pueden durar de unas dos o tres semanas y que, si se prolongan más allá, conviene acudir al médico de cabecera.
También es bueno pensar en una reincorporación gradual. Es recomendable establecer un retorno progresivo, y no pasar a una reincorporación plena y total nada más llegar. Tampoco se debe intentar resolver el trabajo acumulado en las vacaciones durante los primeros días, ya que puede complicar la vuelta. De igual modo, es importante cuidar horarios de sueño y la alimentación para facilitar la vuelta a la rutina.
Como medida estructural, el INSST sugiere realizar las vacaciones en dos períodos separados a lo largo del año, porque requieren menor adaptación al regreso.

Cómo aplicarlo día a día (con respaldo técnico)
- Día -7 a 0 (pre-vuelta): adelantar el horario de despertar y de sueño hasta acercarlo al labora. Es importante haber dejado el trabajo organizado para el regreso. Realizar actividad física ligera y ocio.
- Día 1–2: limitar el volumen y la dificultad de los encargos. Reservar bloques para “retorno progresivo” sin atacar todo lo que tenemos pendiente de hacer. Hay que pensar que la actividad debe recuperarse de forma gradual.
- Día 3–5: aumentar la carga de forma escalonada y revisar prioridades. En el caso de que haya una acumulación de trabajo que debe salir adelante, se recomienda estructurar entregas parciales para evitar la reincorporación plena y total con excesiva acumulación de tarea pendiente.
- Día 6–7: consolidar rutinas y cerrar la semana respetando horarios
Aún así, con la vuelta de las vacaciones pueden aparecer tristeza, apatía, insomnio, irritabilidad o cansancio, “síntomas” que, según INGESA, comparten rasgos con la depresión clínica pero son de menor intensidad y duración, limitándose a unas unas dos o tres semanas. Si persisten más allá de ese periodo, conviene consultar con un médico.
Por qué descansar de verdad ayuda (evidencia académica)
La literatura científica señala que las vacaciones ofrecen oportunidades para recuperarse del estrés relacionado con el trabajo y que experiencias de recuperación como el distanciamiento psicológico y la relajación median las quejas psicosomáticas y los problemas de sueño durante ese periodo. Así lo resume un artículo en Escritos de Psicología: “La asociación entre los factores de estrés laboral y los problemas del sueño estaba totalmente mediada por el distanciamiento y la relajación”.
La “depresión postvacacional” no es una patología, sino un reajuste transitorio. Programar una semana de aterrizaje, lo que haremos adelantando horarios con una semana de antelación, escalando tareas y respetando tiempos de desconexión, sirve para alinear las recomendaciones clínicas y de prevención, evitando la reincorporación “plena y total” desde cero. Con esa combinación, el regreso deja de ser un muro para convertirse en una rampa.


