La salud cardiovascular no depende solo de la genética o los hábitos, el entorno laboral también tiene mucho que ver y hay diferencias entre asalariados y autónomos
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¿Puede el trabajo influir en la salud del corazón? La respuesta es un rotundo sí. Según varios estudios, el entorno laboral no solo moldea nuestro bienestar mental, sino que también puede influir en nuestro estado físico y en particular en la salud cardiovascular. Pasamos un tercio de la vida trabajando, lo que convierte al empleo en un determinante clave de salud pública. Pero, lo que quizás no se conocía hasta ahora, es que el tipo de empleo que se desempeña también marca una diferencia en cómo late nuestro corazón.
En los últimos años, tanto instituciones médicas como centros de investigación europeos y españoles han comenzado a analizar cómo puede afectar la estabilidad, los horarios, la presión económica o la autonomía laboral al funcionamiento del sistema cardiovascular. Lo que se ha descubierto es bastante revelador: los trabajadores asalariados tienden a sufrir las consecuencias del sedentarismo, los turnos nocturnos o la sobrecarga organizacional, mientras que los autónomos enfrentan altos niveles de incertidumbre financiera, autoexigencia y falta de descanso, factores que elevan el riesgo de hipertensión, arritmias e incluso infartos.
El estrés laboral y su impacto en la salud cardiovascular
El estrés crónico es uno de los factores de riesgo más determinantes para la salud del corazón, y su origen en muchas ocasiones está en el trabajo. Tanto empleados como autónomos lo experimentan, pero de forma diferente. Los trabajadores asalariados suelen estar expuestos a altos niveles de estrés derivados de la presión por cumplir objetivos, la supervisión constante, los turnos rotativos o la falta de control sobre su agenda. Todo esto puede provocar una elevación sostenida del cortisol, lo que a largo plazo va a tener un impacto negativo en la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la función vascular.
En el caso de los autónomos, el estrés también está presente, pero más vinculado a la incertidumbre económica, la autoexigencia, la dificultad para desconectar y la falta de protección social. Según un informe del Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, más del 60% de los autónomos en España aseguran tener dificultades para dormir y mantener hábitos saludables debido a la carga mental de su actividad. Esta presión constante, sin los mecanismos estructurados de apoyo que puede tener un asalariado, aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares como la hipertensión o la cardiopatía isquémica.
Hábitos de vida y rutina laboral
El estilo de vida es otro de los ejes fundamentales en la salud cardiovascular, y el tipo de empleo influye decisivamente en su configuración. Por lo general, los trabajadores por cuenta ajena tienen una rutina más estable, con horarios fijos y períodos de descanso reglamentados. Esto ayuda a facilitar la adopción de hábitos saludables, como hacer ejercicio con regularidad, mantener horarios de comida coherentes y dormir al menos siete horas diarias.
Sin embargo, la realidad laboral actual, con jornadas extendidas, desplazamientos largos y presión productiva, hace que muchos asalariados caigan en el sedentarismo, recurran a la comida rápida y no encuentren tiempo para el ejercicio físico.
Por otro lado, los autónomos, aunque pueden tener mayor flexibilidad para organizar su día, a menudo sacrifican su bienestar por el trabajo. Comidas frente al ordenador, jornadas que se extienden hasta la madrugada y la imposibilidad de “desconectar” son hábitos comunes en este colectivo. La consecuencia es un deterioro progresivo del sistema cardiovascular por mala alimentación, falta de descanso y ausencia de actividad física.
Control médico y prevención
La prevención cardiovascular se basa en la detección temprana de factores de riesgo como la hipertensión, la dislipemia o la obesidad. Los trabajadores asalariados, sobre todo en empresas medianas y grandes, tienen acceso a revisiones médicas periódicas a través de los servicios de prevención laboral. Esto facilita el diagnóstico precoz.
En el caso de los autónomos, se suelen posponer las visitas médicas por falta de tiempo y por considerar que “no pueden parar”. Esta falta de control periódico aumenta la probabilidad de que enfermedades cardiovasculares se detecten tarde.
El sueño: el gran olvidado
Dormir menos de seis horas por noche de manera continuada se ha relacionado con un mayor riesgo de infarto, insuficiencia cardíaca y arritmia. Los asalariados que trabajan a turnos o en horario nocturno están muy expuestos, ya que distintos estudios han demostrado que el trabajo nocturno altera los ritmos circadianos y favorece alteraciones metabólicas.
Los autónomos suelen caer en un patrón de sueño fragmentado, interrumpido o insuficiente. La ansiedad por la actividad, la falta de desconexión digital y la carga mental permanente provocan insomnio o sueño no reparador. En ambos casos, la consecuencia es un aumento de la presión arterial, un mayor riesgo de acumulación de placas en las arterias y una recuperación más lenta del sistema cardiovascular.
Políticas públicas e implicaciones sociales
Desde una perspectiva de salud pública, comprender las diferencias entre trabajadores asalariados y autónomos en términos de salud cardiovascular es fundamental para diseñar estrategias eficaces de prevención. En España, aunque existen campañas generales de promoción de hábitos saludables, la atención específica a los riesgos del colectivo autónomo sigue siendo insuficiente.


