Razones por las que es buena idea que los niños tengan aprendizajes al aire libre

La naturaleza presente en un jardín, un huerto, la playa, el bosque o la orilla de un río es un auténtico laboratorio de experimentación infantil
Los beneficios de que los niños ayuden con las labores caseras, según Harvard
Para alguien que desde pequeña ha pasado los fines de semana en la sierra cogiendo renacuajos en los arroyos, construyendo guaridas con ramas y haciendo comiditas con el barro entiende a sus hijos perfectamente cuando protestan porque el día se les hace eterno en clase pero el recreo en el patio se les pasa volando.
Tras el confinamiento por la Covid quedaron patentes las secuelas tanto de no poder relacionarse con otros cara a cara como de no disfrutar del aire libre, unas necesidades que tampoco cubrió el mejor de los sistemas de aprendizaje online ni en los alumnos pequeños ni en los mayores. En la escuela, cada vez con más asiduidad, los profesores están cambiando el aula por el parque, un jardín, la playa o un huerto conscientes de las repercusiones positivas que genera en los alumnos estar en la calle. Desde Cuatro hemos consultado con un experto por qué es beneficioso que los niños aprendan al aire libre.
El Blog de la Biblioteca de Educación del Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes publica un post fechado en julio de 2023 que precisamente está dedicado al aprendizaje al aire libre. Explica que bajo el movimiento de la Escuela Nueva a finales del siglo XIX se quiso romper con la enseñanza tradicional y apostar por el juego, la experimentación y el movimiento. A partir de estos principios se empezaron a crear escuelas al aire libre porque ya se creía que podían mejorar la salud de los niños.
El cambio tuvo lugar en Alemania, donde los alumnos empezaron a salir al bosque con sus maestros y la iniciativa se extendió por toda Europa y por Norteamérica. La pionera en nuestro país fue la Escuela Bosque del Parque de Montjuïc, que se inauguró en 1914, aunque la Guerra Civil y el franquismo frenaron esta experiencia escolar. Sin embargo, esa idea de salir con los alumnos a un parque, al campo o a cultivar verduras en un huerto volvió a tener presencia y es actualmente cuando está cogiendo fuerza este tipo de experiencias. Muchos estudios demuestran los numerosos e importantes beneficios que un entorno natural puede aportar a la enseñanza.
La naturaleza de lugares como un jardín, un huerto, la playa, el bosque, la orilla de un río o un parque se transforma para los niños en un auténtico laboratorio donde realizar experimentos científicos, observar a los animales en su hábitat o comprobar cómo crecen las raíces bajo la tierra. Del mismo modo permite explicar a los alumnos la importancia de preservar el medioambiente, el ciclo del agua, la polinización o el papel que juegan las lombrices en el mismo lugar donde está sucediendo y no sentados frente a la pizarra.
Toda esta naturaleza pone a disposición de los profesores la posibilidad de organizar juegos educativos gracias a la ingente cantidad de material (piedras, hojas, ramas…) con el que se puede aprender desde matemáticas hasta nuevas palabras en inglés. Pero enseñar materias fuera del aula se queda en una anécdota en comparación con todas las ventajas y las repercusiones para el desarrollo físico, cognitivo y emocional de un niño.
Según entidades como la ONG Educo “este enfoque facilita la comprensión de conceptos complejos y fomenta una educación integral que conecta a los estudiantes con el mundo exterior”. Esto se debe a los múltiples beneficios que reporta la enseñanza al aire libre como los que siguen a continuación:
Educación sostenible
A través de todo lo que acontece al aire libre, desde muy pequeños, los niños empiezan a comprender el frágil equilibrio al que está sujeto el medio natural y como un comportamiento irresponsable afecta a todo el ecosistema. En definitiva, se contribuye a fomentar un estilo de vida sostenible.
Expande los sentidos
La naturaleza aporta un aprendizaje integral y activo porque se ponen a trabajar todos los sentidos. Se huele, se siente, se toca, se ve e incluso se puede degustar.
Amplía las posibilidades de realizar multitud de juegos educativos
La naturaleza brinda millones de posibilidades de aprender las mismas materias que tradicionalmente se imparten en el aula pero a través de sistemas mucho más fluidos, divertidos y desenfadados.
Mejora del rendimiento académico
El contacto diario con la naturaleza mejora el rendimiento académico porque ayuda a relajar y a reducir el estrés y la ansiedad lo que mejora su estado de ánimo y a su vez repercute en un incremento de la concentración y la atención. Además, favorece una mayor retención de la información e impulsa la curiosidad lo que en definitiva desarrolla el pensamiento crítico.
Incentiva la curiosidad y las ganas de aprender
Cambiar el entorno del aula, aunque esté muy bonita decorada, por un entorno natural y novedoso que, además, cambia cada día solo por la luz del sol según la estación del año incrementa la curiosidad y las ganas de aprender.
Fomenta la autonomía
El simple hecho de equiparse para salir al exterior con impermeable y botas de agua si llueve o con gorra y protector solar para los días de sol promueve la autonomía y con ello la satisfacción de convertirse en personas más independientes. Con ello se aumenta la autoestima y los niños tienen una mayor confianza en sí mismos.
Socialización
En un entorno abierto rodeado de naturaleza sube el ánimo y las ganas de compartir y de jugar con otros niños por lo que mejora el comportamiento social, la capacidad de cooperación y la comunicación. Al final repercute en el desarrollo de las habilidades que necesitan para vivir en sociedad porque en la naturaleza se puede trabajar en equipo y fortalecer valores como la empatía, la amistad, el respeto o la igualdad.
Desarrollo personal
Todo este conjunto de beneficios, junto a la posibilidad de jugar libremente, además de incentivar la imaginación, es esencial para el desarrollo emocional, cognitivo, moral, intelectual y social en los niños.
Bienestar emocional
En resumen, los niños se relajan y se encuentran mejor, sin estrés ni ansiedad plasmándose en la felicidad que muestran con el contacto con la naturaleza.
Bienestar físico
Salir al parque o al bosque implica caminar, correr, buscar o subirse a los árboles, un ejercicio imprescindible para la salud de su físico y en consecuencia de su salud mental, además de prevenir enfermedades.
Fortalece la salud
Salir a la calle libera a los más pequeños de permanecer más tiempo de lo debido en lugares cerrados en los que, sobre todo en invierno, se reproducen virus y bacterias que afectan por ejemplo al sistema respiratorio. Es evidente que si las temperaturas son excesivamente altas o si la lluvia es torrencial no es prudente estar al aire libre, pero bien equipados, tanto en invierno como en verano es muy saludable.