Los beneficios de que los niños ayuden con las labores caseras, según Harvard

Implicar a los niños en las tareas del hogar desde una edad temprana refuerza el sentido de la responsabilidad y mejora su autoestima
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Involucrar a los niños en las tareas domésticas no sólo ayuda al mantenimiento del hogar, sino que también tiene un papel importante en el desarrollo personal y emocional de los pequeños. A menudo como madres y padres, se puede caer en la tentación de hacer todo por ellos: preparar la mochila, recoger sus juguetes, servir la comida. Se evita que asuman ciertas responsabilidades porque “todavía son pequeños”.
La realidad es que, darles una oportunidad en casa, no solo alivia parte de la carga diaria sino que distintos estudios, incluyendo investigaciones de la Universidad de Harvard, han demostrado que asignar responsabilidades domésticas a los niños desde una edad temprana puede tener efectos positivos duraderos en su vida adulta.
Los beneficios de que los niños ayuden con las labores caseras, según Harvard
Según este estudio de la Universidad de Harvard que ha seguido durante décadas a cientos de personas, los niños que ayudan en las tareas domésticas no solo crecen con un mayor sentido de la responsabilidad, sino que también desarrollan una autoestima más sólida, mejores habilidades para resolver problemas y una mayor capacidad para trabajar en equipo.
Cuando los niños participan en las tareas del hogar, aprenden a ser responsables de las acciones que hacen, a cumplir con compromisos, a valorar el esfuerzo que implica cada tarea y mantener un entorno limpio y ordenado. Esta rutina diaria les enseña constancia, iniciativa y capacidad de organización. Por otro lado, al sentirse útiles dentro de la familia, pueden ver reforzada su autoconfianza y su percepción de competencia personal. Esto es fundamental para la construcción de una autoestima sana.
Se ha demostrado que los hábitos adquiridos en la infancia perduran en la vida adulta. Los niños que crecen colaborando en el hogar suelen convertirse en adultos más autosuficientes, proactivos y resilientes. Estas competencias les son útiles para poder enfrentarse a los retos cotidianos de la vida adulta, como gestionar una casa, trabajar en equipo o cumplir con horarios y objetivos profesionales. Además, entienden mucho más el valor del esfuerzo y del trabajo compartido.
Por otro lado, implicarse juntos en las tareas domésticas hace que se genere un sentido de pertenencia y conexión dentro de la familia. Preparar una cena en equipo, recoger juntos o planificar tareas de fin de semana no solo reparte el trabajo: crea momentos de conversación, cooperación y complicidad. Estas pequeñas rutinas compartidas ayudan a que se pueda crear un ambiente familiar mucho más armonioso, además, fomentan el respeto mutuo.
Cuando se asignan tareas a los niños, se les está dando un mensaje claro: “eres parte importante de este equipo”. Si se les da la oportunidad de asumir pequeñas responsabilidades como pueden ser alimentar a una mascota, poner la ropa sucia en el cesto o ayudar a regar las plantas, ellos sienten que su contribución es valiosa y reconocida. Esto fortalece su sentido de pertenencia, algo que según expertos en psicología evolutiva, es fundamental para su seguridad emocional y su capacidad de establecer vínculos positivos con los demás.
Al aprender a prepararse el desayuno, ordenar su mochila o planificar su ropa para el día siguiente, se están desarrollando habilidades prácticas para la vida. Lejos de pensar que se van a sobrecargar, les da autonomía y les proporciona libertad y capacidad de decisión. Esto repercute directamente en su autoconfianza y en su capacidad para resolver problemas. Según la Asociación Americana de Psicología (APA), fomentar la autonomía desde la infancia es uno de los factores protectores más eficaces contra la dependencia emocional en la adolescencia.
Una tarea aparentemente sencilla como ayudar a cocinar o doblar ropa, implica múltiples procesos cognitivos como atención, secuenciación, coordinación motora, planificación… Cuando algo no sale como ellos esperaban como, por ejemplo: rompen un huevo sin querer o se les cae un poco de agua al fregar, aprenden a gestionar el error, buscar soluciones y se van adaptando a la situación. Esta tolerancia a la frustración y capacidad de reacción es una competencia fundamental para cualquier ámbito en la vida adulta.
Por otro lado, realizar actividades domésticas, sobre todo, aquellas que implican movimientos repetitivos o mecánicos como puede ser barrer, doblar toallas o fregar, puede tener un efecto regulador en el sistema nervioso. Algunos estudios en neuroeducación, como los de Child Mind Institute, revelan que estas rutinas pueden ser realmente útiles para canalizar el exceso de energía, reducir el estrés o incluso calmar episodios de ansiedad leve en niños o adolescentes. Cuando se convierten las tareas en parte de su rutina diaria puede ayudar a crear un entorno más predecible y seguro emocionalmente.
¿A qué edad se puede comenzar a implicarlos?
No hace falta esperar a que los niños sean adolescentes para que ayuden en casa. Desde los 3 o 4 años ya pueden colaborar en tareas muy sencillas como guardar sus juguetes, emparejar calcetines o colocar las servilletas en la mesa. Según van creciendo, se les puede ir asignando otras responsabilidades más complejas: barrer, doblar ropa, hacer su cama o preparar desayunos sencillos. Si se comienza desde pequeños, se ayuda a que vean las tareas como algo natural y no como un castigo.