Una promesa de control del gasto que es casi tan seductora como la visita a la playa
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Reservas un “todo incluido” en el Caribe o en Canarias, te ponen la pulsera en la muñeca y, en teoría, ya no vuelves a sacar la cartera hasta el día de regreso a la rutina. Para muchos viajeros, esa promesa de control del gasto es casi tan seductora como la playa. Pero ¿de verdad es más barato… o sólo parece más barato?
Qué incluye (de verdad) un “todo incluido”
La primera trampa está en el nombre, ya que no todos los “all-inclusive” incluyen lo mismo. En sentido estricto, el régimen todo incluido debe cubrir lo básico, es decir, habitación, desayuno, comida, cena y bebidas. Cuando sólo hay alojamiento se habla de sólo habitación, cuando se incluye una comida es media pensión, etc.
La mayoría de paquetes “todo incluido” suman, además de la habitación, desayunos, almuerzos, cenas y buffets y bebidas nacionales durante determinadas franjas horarias, más algunos snacks y actividades. También existen complejos en los que los turistas pagan un precio global que cubre alojamiento y comidas, que se sirven a lo largo de todo el día y sin límite de comida y bebida. Incluso hay casos en que se incluyen servicios extra como deportes o cursos. Por eso conviene informarse de qué incluye lo que contratamos de antemano.
La letra pequeña es clave: FACUA recuerda en su decálogo para usuarios de agencias de viajes que es importante informarse “sobre el precio, en especial de si existen suplementos” y revisar las condiciones generales del catálogo antes de contratar. Las condiciones deben reflejar el “precio completo (con los recargos, suplementos, tasas, etc.)” antes de aceptar.
En resumen: el “todo incluido” real existe, pero sólo lo es si en contrato y folleto figura claramente qué comidas, bebidas y servicios cubre el precio y cuáles implican un extra.

Cómo hacer las cuentas
La pregunta del millón no es si el sistema puede ser ventajoso que pagar cada servicio por separado, que lo es, sino para quién. El sistema todo incluido ofrece ventajas de precio y comodidad y permite calcular con bastante precisión el presupuesto del viaje. Esto lo hace atractivo para familias, lunas de miel o viajeros que prefieren pagar una vez y olvidarse.
Si quieres saber si te compensa, la operación es muy sencilla. Empieza estimando lo que sueles gastar al día en comidas, bebidas y actividades cuando viajas y, después, compara esa cifra con el coste diario del paquete todo incluido.
Hay experiencias que han ido un poco más allá y han realizado un “copycat challenge” consistente en replicar, con un viaje sólo con desayuno, todo lo que incluía un paquete todo incluido. Su conclusión es clara: y el “todo incluido ofrece el mayor valor para el precio que se paga”, demostrando que puede salir más barato que pagar sobre la marcha, según el destino y el perfil de consumo.
En definitiva, el todo incluido es la opción más cara, a priori, para viajar, pero puede convertirse en la más económica si haces uso de todas las comodidades y servicios incluidos en la tarifa. Sin embargo, si apenas bebes alcohol, comes ligero y te pasas el día fuera del hotel, es probable que tu cálculo caiga del otro lado de la balanza.
Ventajas ocultas, riesgos y costes que no salen en el folleto
Más allá de la aritmética, hay factores menos obvios que pesan mucho cuando viajas con tiempo, pero también con un presupuesto más controlado que si viajas sin conocer cuánto gastarás al día.
Sin embargo, hay que tener presente que diversas asociaciones de consumidores llevan años advirtiendo de prácticas engañosas, por ejemplo, anunciando precios inferiores a los reales en viajes, al no incluir todos los recargos desde el primer momento. De ahí la importancia de guardar folletos y catálogos, porque tienen la misma validez que un contrato y sirven para reclamar si el servicio finalmente no coincide con lo publicitado.
Incluso la seguridad entra en la ecuación. La Policía Nacional española ha recordado recientemente que alojarse en un hotel con todo incluido “no significa que tengas seguridad privada vigilando tus pertenencias”. No es un sobrecoste económico directo, pero sí una señal de que la pulsera no cubre todos los riesgos del viaje.


