La construcción de la escuela estaba en peligro: había habido tantos inconvenientes que el presupuesto se había agotado y el equipo no podía terminar el proyecto. A José Antonio se le ocurrió pedir ayuda a la gente y recaudar fondos para poder continuar y su iniciativa tuvo un gran seguimiento: lograron más de 6.000 euros. El problema ahora era cómo llevar ese dinero de España al Congo, ya que en la zona en la que se encontraban no había bancos ni nada similar. Era el momento de pedir ayuda al actor Gorka Otxoa.
Hacía algún tiempo, Gorka se había mostrado interesado en participar en el proyecto de alguna manera y José Antonio le convenció de que este era el momento adecuado. El actor aterrizó en Uganda con el dinero y algo de jamón. José Antonio le estaba esperando en el aeropuerto y juntos emprendieron el camino de vuelta hacia El Congo: tardarían tres días en llegar a la escuela.
Una de las grandes preocupaciones de Gorka eran los insectos. “No te voy a meter en ningún sitio al que no vaya a entrar yo”, le respondió José Antonio. Esta frase no tranquilizó mucho al actor, conocedor de los sitios a los que ha entrado su compañero.
Pero en el viaje Gorka se encontró con algo que da más miedo que los bichos: un grupo de militares armados y borrachos. “Son del ejército congoleño, lo sé por las boinas rojas”, le explicó José Antonio. Estas palabras no le consolaron mucho, sobre todo porque los militares les obligaron a llevarles en la parte de atrás del coche.
Gorka se puso en lo peor durante la travesía, pero al final todo salió bien. Así lo contó, ya en el pueblo de la escuela: “He pasado miedo en el camino con unos militares que nos han obligado a llevarles, se han sentado en la parte de atrás del pick up con un kalashnikov en la mano derecha y una cerveza en la izquierda”.
Al final, todo salió bien: llegaron a salvo a su destino y con todo el dinero que les permitiría terminar la escuela para los niños.