Análisis de God of War Ragnarök, una epopeya de acción digna de los dioses

  • La secuela de God of War eleva la experiencia de Kratos con los dioses nórdicos a la enésima potencia

  • Kratos, Atreus y sus inolvidables aliados se preparan para vivir el Ragnarök, la batalla del fin del mundo

  • El trabajo de Sony Santa Mónica es un regalo, tanto si tienes una PS5 como una PS4

Kratos es uno de los iconos de PlayStation, y se lo ha ganado por méritos propios. Uno de esos héroes de acción de los videojuegos que han sabido pasar a la historia de este mundillo gracias a entregas muy trabajadas, que han sabido saltar de generación de consolas, desde 2005, como si el tiempo no pasara por ellas. De PS2 a PSP, a PS3, a PS Vita, a PS4, incluso a los teléfonos móviles.

Pero en 2018 era el momento de renovarse o morir, porque ni siquiera una franquicia tan cuidada como God of War podía aguantar el desgaste del tiempo sin resentirse. Así que Sony Santa Mónica dieron un paso realmente arriesgado y lanzaron a la saga a una jugabilidad distinta, más del gusto de los tiempos actuales, con la intención de crear una superproducción que no dejase a nadie indiferente. El resultado, ya lo conocéis, uno de los mejores videojuegos de los últimos años. God of War fue un título redondo, con una historia profunda y convincente basada en la mitología nórdica, unos personajes fantásticamente dibujados, unos giros de guion sorprendentes, un mundo semi abierto repartido en diferentes reinos que casi no podíamos abarcar y un sistema de exploración y combate extremadamente satisfactorio.

Un auténtico juegazo que llevó al límite técnico a PS4 y ha que mantenido su éxito estos cuatro años, viendo una segunda juventud con su versión mejorada en PS5 o con su reciente versión para PC, donde sigue cosechando éxitos. Pero, además, el final de aquella aventura nos dejó claro que no estábamos ante un punto y final y que su secuela era cuestión de tiempo. De hecho, en Santa Mónica comenzaron a trabajar en ella inmediatamente después de lanzar God of War. La historia tenía que continuar.

El próximo 9 de noviembre llega God of War Ragnarök, la continuación directa, necesaria, obligada y esperada de esta aventura de Kratos y su hijo nacido lejos de su Esparta natal, nada menos que en medio de las intrigas y guerras de los caprichosos dioses nórdicos. Hace un par de semanas comenzamos a jugar esta secuela y os contamos nuestra experiencia en las primeras cinco horas de juego en estas primeras impresiones que os recomendamos leer, si no lo hicisteis ya, antes de continuar. Ahí esbozamos el comienzo de la historia y las primeras pinceladas de su jugabilidad. Ahora, seguimos entrando en detalle.

El fin de los tiempos se acerca

Como ya os contamos en las primeras impresiones, la historia de esta secuela nos sitúa unos tres años tras los acontecimientos del primer juego, en medio del crudo Fimbulwinter, el invierno eterno que asola los Nueve Reinos y que las leyendas afirman que precede al Ragnarök, la batalla del fin del mundo que supondrá el final de todo. No entraremos en demasiados detalles de la historia para evitar spoilers, pero como ya os contamos, Kratos intenta recuperar la normalidad, dentro de lo posible, y vivir tranquilo en su cabaña familiar de Midgar, junto a Kratos. Pero la llegada del Ragnarök y todas las acciones de su pasado afectarán de manera directa a la pareja y padre e hijo tendrán que ponerse en marcha en una nueva y peligrosa búsqueda. Atreus para hallar respuestas sobre su origen y su destino (que le atormenta desde el final de la anterior aventura y parece ligado de alguna manera al Ragnarök) y Kratos para seguir protegiendo a su hijo y evitar que participe en la guerra. Como ocurrió con la primera entrega, la relación padre-hijo volverá a ser el elemento fundamental alrededor del cual girará todo el juego.

Nada más comenzar a jugar recuperamos sensaciones y nos sentimos como en casa, con los controles, movimientos y controles calcados del juego de 2018. Parece que no ha pasado el tiempo y, solo hace falta pasar una hora jugando para volver a quedar atrapados con su extraordinaria narrativa, sus escenas épicas y emotivas, sus diálogos fabulosamente escritos y sus personajes inolvidables. En cuestión de cinco minutos tomamos el control, desplegamos el escudo de Kratos para repeler el primer golpe y desenvainamos las Espadas del Caos y el Hacha Leviatán para cortar por la mitad aun puñado de criaturas que nos acosan. ¡Qué bien sienta el olor a magia vikinga por la mañana! Otro día más en la oficina para Kratos.

Como ya os contamos, God of War Ragnarök apuesta, de manera decidida e intencionada, por el continuismo más absoluto. Aquí no hay intención de volver a revolucionar la jugabilidad de la saga, sino de mantener todo lo bueno que ya se hizo con la revolución de 2018, que había sido muy radical y completamente acertada. El juego mantiene jugabilidad, controles, sistema de exploración y combates, su estructura de capítulos, viajes y mundos, la dualidad en los combates con un compañero luchador, el sistema de mejoras de armas y armaduras de la mano de nuestros amigos enanos, etc.  ¿Y es un defecto esa supuesta falta de originalidad o innovación? Pues en este caso, rotundamente no. En realidad, es todo un acierto.

Pero, aunque todo sea igual, todo ha evolucionado, y de qué forma. Los diseñadores de God of War: Ragnarök han hecho evolucionar la fórmula, añadiendo mejoras aquí y allá, consiguiendo perfeccionar un sistema de juego que pensábamos que ya estaba pulido al máximo. Así consiguen que tengamos la sensación de estar jugando al mismo juego, al a continuación de la historia, pero a la vez sintamos que hemos dando un salto cualitativo brutal y estamos ante un juegazo acorde a las exigencias y estándares de 2022. La cuadratura del círculo.  

Nuevos golpes, nuevos combos, nuevas reacciones de los enemigos, nuevas maneras de combinar nuestras armas (el hacha y las espadas del caos cambiando a placer en medio de una pelea para explotar nuevos movimientos y ventajas), nuevas habilidades y nuevos árboles de habilidades, mejoras, equipos, amuletos, etc. Hay mejoras y añadidos en todos los aspectos jugables y todo funciona mejor y es más espectacular y fluido.  Y como podéis imaginar, es extremadamente satisfactorio y adictivo (en el buen sentido de la palabra).

Más de lo mismo, pero mucho mejor

No nos cortaremos en apuntar que estamos ante uno de los mejores videojuegos de la última década. Sabemos que toda la prensa dijimos algo parecido de la entrega de 2018 pero, teniendo en cuenta que esta secuela potencia todo lo bueno de aquella y la mejora aun más, pues no nos duele en prenda tener que repetirlo. God of War Ragnarok es una delicia de principio a fin y aquí el viaje es sensiblemente mayor al original (unas 50 horas para exprimirlo al máximo). El regreso a la epopeya de los héroes nórdicos está escrito de manera fabulosa, las escenas cinemáticas, los diálogos, los personajes… todo está construido con un mimo y un dominio del ritmo y del arte de narrar con el lenguaje de los videojuegos que resulta sobrecogedor.

Mostrar la humanidad de sus personajes y la complejidad de sus relaciones ya era un logro conseguido en el primer juego, pero aquí va un paso más allá, utilizando toda clase de recursos y originales cambios en la narrativa, en la manera de mostrar la acción, en la manera de discutir o dialogar entre los personajes, en los cambios de protagonistas, en los cambios de cámara, en las escenas cinemáticas que se mezclan con las de gameplay casi sin que nos demos cuenta. Todo está montado de una manera tan emotiva, tan épica que resulta imposible no empatizar con los personajes de la pantalla, no meternos en su piel cuando tomamos el control de sus acciones.

La dinámica de exploración y búsqueda aquí se vuelve más inmensa, teniendo a nuestra disposición otra vez el viaje por los Nueve Reinos de la mitología nórdica para completar la historia principal, y un puñado casi inabarcable de misiones secundarias, recados, favores y múltiples encargos que podemos realizar o no, y en el orden que nos plazca. Todo nos hará avanzar, hará evolucionar a Kratos, a Atreus y al resto de personajes secundarios. Todos ellos mucho menos secundarios que en la entrega anterior. Y es que aquí hay novedades que hacen que el juego sea mucho más rico, aunque no queremos entrar en demasiados detalles para no destripar la sorpresa. Sólo diremos que no siempre controlaremos a Kratos y no siempre será Atreus el compañero que vaya con nosotros y luche a nuestro lado. Nada más.     

Como hemos dicho, los combates vuelven a ser un elemento central y profundamente cuidado en el juego. Han evolucionado de una manera brutal, manteniendo al mismo tiempo la familiaridad de la primera entrega. Ahora luchamos en escenarios a veces mucho más grandes, más verticales, plagados de plataformas en distintas alturas, con enemigos golpeando desde distintos frentes, con diversas armas o magias, con diversas defensas. Podemos bloquear, saltar, utilizar nuestras distintas armas y habilidades, hacer que nuestro compañero golpee, ataque desde lejos o lance hechizos, etc.  Ahora contamos con distintos escudos, con infinidad de características distintas, que nos permiten realizar bloqueos diferentes que desarman o aturden a los enemigos según necesidad. Y los árboles de habilidades y mejoras nos permiten mejorar a nuestro gusto y especializar nuestra lucha como nos sintamos más a gusto.

Por supuesto, todas las habilidades, movimientos, combos y demás mejoras que vamos asimilando en Kratos o en nuestros compañeros de armas nos darán acceso a nuevos caminos, nuevas misiones secundarias, nuevas recompensas y la posibilidad de eliminar a nuevos enemigos de todo tipo. El diseño de niveles evoluciona junto a la progresión del personaje de formas tan originales, únicas y, por momentos, épicas, que el juego no ha dejado de sorprendernos en cada episodio: la gran cantidad y variedad de enemigos, de bestias, de criaturas, de peligros y sobre todo, de esos enemigos finales tan enormes y alucinantes.

Y al combate hay que añadirle los momentos de exploración y resolución de puzles, dos elementos que han ganado en protagonismo con respecto al título anterior. Los niveles semi abiertos, plagados de zonas secundarias para explorar y resolver tareas secundarias, nos dan la excusa perfecta para disfrutar aun más de los Nueve Reinos, unos reinos a los que tendremos que viajar en reiteradas ocasiones, para desbloquear nuevas misiones o tareas que antes no eran accesibles porque nos faltaba algún objeto, magia o personaje secundario que nos acompañara. Aquí conoceremos los detalles de la mitología nórdica, y un montón de extras. Y todo juega en favor de la historia, lo más importante del juego.

A nivel técnico sólo podemos tener buenas palabras y eso es algo sorprendente conociendo que el juego fue concebido y empezado a diseñar para la generación anterior, para PlayStation 4. Pero hay que decir que ya el título anterior conseguía llevar al límite ese hardware y ahora han conseguido optimizar al máximo ambas versiones: la que llega a PS5 y la de PS4. El trabajo artístico y su calidad gráfica sobrecoge, con increíbles modelados, animaciones y unos escenarios increíblemente detallados. En el caso de PS5 podemos elegir entre varios modos gráficos que prioricen el rendimiento o la resolución. Nosotros nos hemos quedado con el modo que nos da una resolución dinámica a cambio de 60 fps. La actuación de los actores es sublime, añadiendo en este apartado a los actores de doblaje al castellano.

En definitiva…

God of War Ragnarok es la secuela soñada de uno de los mejores juegos de los últimos años. Dicen que segundas partes no son buenas, pero siempre hay gloriosas excepciones y estamos, sin duda, ante una de ellas. El colofón de las aventuras nórdicas de Kratos es un juego sublime, sobresaliente, cercano a la perfección (si eso existe). Si disfrutaste como un enano con la entrega anterior este es el juego que necesitas este año, y ninguno más, aunque esto seguro que ya te lo olías. No podemos poner pegas, no hemos encontrado ninguna.