Cuatro motivos para hacer un viaje a Tokio, descubrir Oporto o hacer una escapada a Menorca

  • ¿Tienes pensado viajar a Tokio, hacer una escapada a Oporto o descubrir la paradisíaca isla de Menorca?

Tokio, la ciudad más activa

Tokio, la capital de Japón, el país del sol naciente, es una mezcla entre tradición y modernidad. La visita debe comenzar disfrutando de una vista panorámica de la ciudad desde alguno de sus numerosos miradores, como el de Mori o la Torre Tokio.

Shibuya es uno de los barrios más famosos de la ciudad, especialmente por encontrarse allí el cruce más transitado del mundo.

Odaiba es una isla artificial que conecta con la ciudad a través de un puente. Sin duda, un lugar de ocio donde pasar el día.

Otro de los imprescindibles es visitar sus templos, como el de Sensoji, el más antiguo de Tokio, que tiene una impresionante pagoda de cinco pisos.

Oporto en un fin de semana

Oporto es una ciudad pequeña pero con mucho que descubrir, por lo que se convierte en una opción ideal para una escapada de fin de semana.

La Avenida Dos Aliados es el corazón del centro de la ciudad, destacando la popular Rua de Santa Catarina.

La Torre de los Clérigos es un campanario convertido en el monumento más importante de Oporto.

Toda buena foto de Oporto muestra la colorida imagen de la ciudad vista desde la Ribeira.

Y, para finalizar, no hay que perderse la mágica línea del Douro, nombre que recibe el río Duero en su lado portugués.

Menorca, una isla natural

Menorca es una de las islas más naturales del Mediterráneo. Una isla que, pese a su tamaño, sorprende por su diversidad paisajista, por su cultura, por sus playas y por su sabrosa gastronomía.

Menorca posee un patrimonio cultural único. Es un museo al aire libre con sus más de 1.500 yacimientos megalíticos.

Reserva de la Biosfera, su paisaje natural es la seña de identidad de una isla que destaca por su singularidad y autenticidad.

Recientemente nominada Región Gastronómica Europea, Menorca destaca por su variedad de sabores en cada receta y plato.

El ritmo pausado de la isla se percibe al recorrer sus callejuelas o surcar la costa menorquina por sus aguas cristalinas.