A María, de 88 años, el servicio de cuidados a domicilio le ha cambiado la vida: "El cuidador me brinda compañía, respeto, atención"
El 80% de las personas cuidadoras son mujeres menores de 50 años que cuidan habitualmente de un familiar en su propio domicilio
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VigoCada 5 de noviembre se celebra el Día Internacional de las Personas Cuidadoras en homenaje a quienes dedican su tiempo y energía al cuidado de los demás. No se trata solo de profesionales, sino también de miles de personas que, desde sus hogares o comunidades, sostienen la vida y la dignidad de quienes más lo necesitan.
El perfil de quienes sostienen este trabajo esencial muestra una clara tendencia: el 80% son mujeres menores de 50 años que cuidan habitualmente de un familiar en su propio domicilio. Pero, más allá de los datos, detrás de cada historia de cuidado hay gestos, vínculos y emociones que no aparecen en las estadísticas.
A sus 88 años, María no falta a su cita con la peluquería. Su cuidador de barrio, Narciso Coureaux, la acompaña a lavar, peinar y arreglarse. Para ella, más que una rutina, es una manera de sentirse viva y acompañada.
“El cuidador me brinda compañía, respeto, atención”, explica. Dos veces por semana recibe esa visita que rompe el silencio de su casa. “Esa soledad significa muchas cosas… que ya mi vida va dejando de tener sentido cuando no soy importante para otro”, reconoce con serenidad. “Es el momento que tiene también la persona para ser escuchada”, afirma Narciso.
Esa soledad significa muchas cosas… que ya mi vida va dejando de tener sentido cuando no soy importante para otro
El servicio municipal que ambos integran presta acompañamiento a personas mayores de 75 años que viven solas. El 80% de los usuarios del programa pertenece a este grupo, y solo el año pasado se realizaron 14.000 servicios de apoyo y acompañamiento.
Otra de las usuarias es Felicidad López, que vive sola desde que sus hijas se independizaron. “En mi casa había invitados, había mis hijas, los novios, de todo. Y de pasar eso para estar sola, pues te imaginas, ¿no? Si yo no tuviera el carácter que tengo, me moría de pena”, confiesa.
Si yo no tuviera el carácter que tengo, me moría de pena
Por eso, cada visita su cuidadora, Sandra Abalde, significa para ella mucho más que ayuda práctica: es un momento de alegría. “De la vez que abre la puerta y le ves con esa cara de felicidad diciendo, ‘¿ya llegas?’… Es que no hay palabras. Yo creo que hay que vivirlo para saberlo" dice la cuidadora.
"Te quiero mucho, os quiero mucho”, dice Felicidad con emoción. “Cada vez que abre la puerta y le ves con esa cara de felicidad diciendo, ‘¿ya llegas?’… Es que no hay palabras. Hay que vivirlo para saber lo que se siente”, asegura Sandra.
