Educación

Qué es la “educación silenciosa” y por qué cada vez más familias la aplican en casa

Propone una comunicación más pausada, empática y menos reactiva. Freepik
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En los últimos años, ha surgido un nuevo enfoque en la crianza conocido como educación silenciosa. Este tipo de educación no se centra en premios, castigos, explicaciones extensas o estimulaciones constantes; propone un estilo más pausado, respetuoso y atento a las necesidades emocionales del niño, dejándole espacio para que pueda aprender a su propio ritmo y desde la observación, lo que hace que cada vez sean más las familias que se sienten atraídas por este nuevo modelo.

Según un artículo reciente en The Wall Street Journal, la educación silenciosa busca validar las emociones del niño, comprender sus tiempos y evitar imponer una disciplina impersonal o estricta, pero tampoco pretende adoptar una posición permisiva que impida que se puedan establecer límites saludables. Está llamando la atención a padres que ya no quieren gritar, saturar la agenda familiar o ignorar el ritmo personal de sus hijos.

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Qué es la educación silenciosa

La educación silenciosa es una forma de crianza donde se prioriza la presencia consciente, la empatía y la escucha activa. En ella no se recurre a la vigilancia constante, al exceso de estímulos o al control directo, sino que se respeta el propio ritmo del niño, evitando forzarle a entrar en actividades o conversaciones cuando no está preparado.

También se les habla con cercanía y tono calmado, evitando siempre elevar la voz y favoreciendo el diálogo en momentos tranquilos. Se le ofrece espacios de silencio y reflexión, ya que se confía en que el niño puede aprender por observación y en calma. Además, se combinan límites claros con respeto emocional, dejando a un lado el autoritarismo pero también el exceso de permisividad.

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¿Por qué son más las familias que la aplican en casa?

La expansión de este nuevo tipo de crianza responde a un cambio profundo en las dinámicas familiares hoy en día y a una necesidad cada vez más escuchada: reducir el ruido emocional y físico en la crianza. Actualmente, todo debe ser inmediato, hay una sobreestimulación digital abrumadora, los niños tienen sus agendas escolares repletas y muchas familias quieren crear espacios de conexión real, calma y equilibrio.

Uno de los factores clave es el interés por proteger la salud mental infantil y parental. Durante la pandemia, se comenzó a visibilizar la necesidad de establecer relaciones familiares más sanas, sostenibles. Desde entonces, son muchos los profesionales que han comenzado a promover modelos basados en la presencia emocional. Muchas madres y padres se han sentido abrumados por los estilos de crianza convencionales, los cuales son intensivos o reactivos, y encuentran en la educación silenciosa, una manera más sostenible de ejercer su rol.

Además, las redes sociales y el acceso a referentes de crianza respetuosa han expandido la visibilidad de este enfoque. Distintas cuentas de psicología infantil, educadoras Montessori o influencers de crianza consciente han difundido la práctica del “menos es más” a la hora de educar: menos juicios, menos gritos y menos control. Más pausa, escucha y respeto. Esto ha hecho que muchas familias pudieran identificar que sus valores coinciden con este estilo, sobre todo aquellas que se sentían fuera del modelo de padres superactivos y siempre disponibles.

Las familias neurodivergentes, ya sea por tener hijos con alta sensibilidad, TDAH, TEA o sencillamente temperamentos intensos, encuentran en este tipo de educación silenciosa un recurso mucho más respetuoso y menos agresivo. Se han dado cuenta que gracias al silencio, la calma y la validación emocional ayudan a regular mucho mejor ciertas conductas sin tener que recurrir a castigos, amenazas o sobreexplicaciones que suelen frustrar tanto al niño como a los padres.

Cómo aplicarla en casa

Poner en práctica la educación silenciosa implica modificar el tono, la actitud y el ritmo con el que se educa. El primer paso es reducir la sobreexplicación constante y los sermones interminables que, en lugar de guiar, saturan. Se propone que los padres eduquen con el ejemplo, utilizando más la coherencia. Si se busca que el niño no grite, los padres deberían hablar en un tono más calmado; en vez de repetir normas constantemente, se puede actuar con consistencia. También es fundamental dar espacio al niño para que pueda pensar, actuar y rectificar sin ser interrumpido constantemente.

Otra herramienta práctica es usar el silencio como pausa intencional: cuando el niño se encuentra alterado, grita o protesta, no necesita una respuesta inmediata. Por lo que, lo recomendable sería detenerse, respirar, observar al niño con calma y esperar a que él mismo regule sus emociones o encuentra una solución. No es indiferencia, se trata de presencia tranquila. Además, muchos padres encuentran muy útil establecer rutinas silenciosas como leer juntos, caminar sin hablar simplemente disfrutando del entorno o cocinar con música suave.

No obstante, este tipo de crianza conlleva unos retos. Como hemos mencionado, nuestra sociedad valora mucho la inmediatez y el control, por lo que puede resultar complicado resistir la tentación de corregir cada conducta o de explicar cada sentimiento. Muchos padres sienten culpa si no están siempre reaccionando o si no se hace algo al momento. Es cierto que hay contextos en los que el silencio puede malinterpretarse como frialdad o desapego, por lo que siempre ha de estar acompañado de conexión emocional: no hablar pero sí dar un gesto afectivo, una mirada cálida o una presencia disponible.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que no todos los niños reaccionan igual. Algunos pueden necesitar más silencio y otros, sin embargo, sentirse inseguros por no recibir instrucciones claras. Por esto, los expertos recomiendan adaptar siempre este tipo de educación a la personalidad del niño y al momento vital familiar. No se trata de seguir una técnica rígida, sino de integrar este tipo de crianza buscando siempre el equilibrio entre serenidad y guía.