Incendios

Los incendios rodean el Valle de Monterrei: aldeas quemadas, brigadas superadas y la comarca con el corazón en un puño

Las llamas cercan varias aldeas. IMAGEN: Noticias Cuatro
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OurenseAún no se sabe el perímetro de los fuegos que devoran la Comarca de Monterrei. Arden sin control. Cambian cada hora y los medios de extinción y comunicación, absolutamente sobrepasados, no son capaces de informar tan al instante como la ansiedad pide. Como el temor a perderlo todo exige.

La curiosidad aprieta y el miedo ahoga. Para intentar hacerse una idea de por dónde arde ahora los habitantes de Verín, la capital, abren sus ventanas. Es poco eficaz. La humareda es tan densa que recuerda a las nieblas del invierno, tan típicas en este valle del sur de Ourense. Apenas se vislumbra alguna columna de humo.

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Los más modernos refrescan la página de incendios forestales del Google Maps, que sí muestra el área aproximada del desastre. A ratos aporta un dato sobrecogedor: el tráfico está cortado en todas las autovías que salen de la comarca. Dirección Madrid, dirección Ourense y dirección Portugal, no hay forma de pasar. Y mejor no entrar en la pestaña de calidad del aire, que ha llegado hasta el nivel más dañino. Se recomienda no abrir puertas ni ventanas.

Solo queda hablar con conocidos de las distintas aldeas. Quién está evacuado, a quién se le ha ido la luz, quién está confinado y a quién, por desgracia, ya le ha ardido algo. No son métodos nuevos para un Valle del Támega demasiado acostumbrado, como toda Galicia, a que haya varios incendios cada verano. Los montes que humean son repoblaciones, tierras que los vecinos recuerdan ya negras hace no más de una década.

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Pero esta ocasión no es como las demás. Demasiados fuegos, demasiado juntos y demasiado a la vez. Norte, sur, este y oeste. Los 14.000 habitantes de Verín tiemblan miren a donde miren. En las decenas de pequeños pueblos y aldeas que la rodean, que suman casi otras 14.000 almas y están rodeadas de monte, la suerte está echada.

Los equipos de extinción, incapaces ante la magnitud de los fuegos

"Nunca había visto nada igual" es una frase que se emplea demasiado a menudo, casi a modo de comodín. Esta vez, está claro que hay que creerles. La dicen los servicios de extinción, totalmente superados. Tanto, que agradecen y ruegan la colaboración vecinal que tantas veces intentan evitar para que nadie inexperto tenga que ponerse en riesgo. Varios brigadistas tienen quemado el rostro. Están en el hospital. Heridas de guerra de quienes plantan cara infierno.

Quienes han ayudado con sus propias manos a apagar o redirigir frentes lo hacían con el corazón desbocado, aunque no se permitían manos temblorosas. Algunos en la propia puerta de sus casas. El que no sujeta mangueras, golpea con 'xestas', arbustos de ramas duras y fuertes que consiguen mantener a raya el fuego. Aldeas como San Cristovo, Guimarei o Estevesiños han estado al límite. El fuego ya ha atravesado tres municipios.

El Valle del Támega, rodeado por las llamas

El incendio de Oímbra se declaró la tarde del martes en una zona de arbustos. Nadie imaginaba que en solo 48 horas se convertiría en el monstruo que ha quemado parte de la aldea de A Caridade ante la impotencia de brigadistas y vecinos. La vegetación de una Galicia verde nutre las llamas. El viento y los 40 grados las impulsan veloces. Ya han recorrido más de 5000 hectáreas. A su paso, desolación.

Es el más grande, que mantiene en vilo a toda la cara occidental. En el lado opuesto, los de Moialde y Vilardecervos, en el término municipal de Vilardevós, tampoco lo ponen fácil. Al sur, ya cerca de la frontera, el de Tamaguelos está ya extinto. La autovía A-52, que une Benavente con Vigo y atraviesa Ourense de este a oeste, se encuentra cerrada al tráfico en varios puntos, acechada por una decena de focos.

La provincia entera está en jaque. Los servicios de extinción han tenido que dejar sin apenas atención los frentes más lejanos a la población. Salvar las viviendas suele ser la prioridad. Esta vez, es lo único que se está intentando. Y no siempre se está consiguiendo. La comarca es solo una isla en el mar de llamas del noroeste español. El jefe de agentes forestales del Parque Natural de O Invernadeiro, pulmón verde del centro de la provincia, se muestra desesperanzado: "Estamos solos, no tenemos casi medios".

Los incendios se apagan en invierno

Quienes observan las llamas más a lo lejos, tienen la suerte de poder actuar con más calma. Todo el mundo está pendiente de lo mismo y surge el debate. El odio hacia los pirómanos es común. Los demás factores, desde quienes son hasta por qué lo hacen, pasado por las políticas de prevención, dan pie a debates y discusiones. Duran hasta tarde, porque nadie en estas aldeas rodeadas de bosque cierra el ojo del todo.

Se habla de que faltan medios y de que los equipos de extinción están mal pagados. Se habla de por qué no se previenen estas situaciones segando campos y limpiando de maleza los bosques. ¿Y quién los va a limpiar, si la Xunta no paga a nadie y aquí ya solo quedan ancianos?. Se habla entonces de despoblación. Se habla de rojos y azules. Se habla de cambio climático y se termina con un "ojalá llueva".

Pero ojear la previsión del tiempo para Verín se siente como un puñal. La única agua que tocará esta tierra hasta dentro de al menos dos semanas, es la de las lágrimas. De quienes lo han perdido todo y de quienes aman este valle, su hogar, que acumula demasiadas cicatrices negras. Toca esperar pacientes a que los héroes de amarillo apaguen hasta el último tronco.