Theresa May se impone a los más euroescépticos de su Ejecutivo

Como la mansión de la novela ‘Diez Negritos’. Así fue hasta última hora de ayer la casa de campo de la primera ministra británica, donde se encerró con su gabinete, y de donde nadie salió hasta que fueron cayendo, uno a uno, los ministros partidarios del Brexit duro. Cayendo en el sentido metafórico. Porque los Boris Johnson y compañía terminaron perdiendo el pulso frente al ala pragmática del Ejecutivo y aceptaron un divorcio amable de la Unión Europea. Será una zona de libre comercio, indicaba Theresa May, quien salva así la cara ante Bruselas, donde estaban a punto de perder la paciencia. El nuevo plan supone en la práctica un mercado único de bienes, evitando una frontera dura con Irlanda. Se negociará por separado un acuerdo sobre el mercado de servicios, con la posibilidad de que los británicos y ciudadanos de la Unión Europea pueden seguir moviéndose por sendos territorios para estudiar o trabajar. Se trata, en definitiva, del Brexit más blando posible, y deja en evidencia que la salida de la Unión era imposible tal como la plantearon quienes hace 2 años agitaron y ganaron el referéndum.