La deriva autoritaria de Donald Trump, en tres pasos: inmigración, acoso al FBI y pena de muerte

Una imagen de Donald Trump firmando la pena capital en la capital del Estado. Cuatro
  • Su caza al inmigrante y su apuesta por la pena de muerte, un retroceso en la política americana a décadas atrás

  • En un caso sin precedentes, Donald Trump ha presionado y conseguido la persecución judicial del exdirector del FBI

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Son tres imágenes y noticias que muestra de forma clara la deriva autoritaria de la primera democracia del mundo. En un caso sin precedentes, Donald Trump ha presionado y conseguido la persecución judicial del exdirector del FBI, reinstaura la pena de muerte en Washington e intensifica las redadas de sus agentes anti-inmigración, muchas de ellas polémicas y virales, con niños llorando, madres arrastradas y violencia innecesaria.

ICE: A la caza del inmigrante sin compasión

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A plena luz del día y en su puesto de trabajo, dos agentes del Servicio de Inmigración inmovilizan a un hombre mientras él pide ayuda desesperadamente a sus compañeros, mientras graban les preguntan: ¿Eres un policía o un ICE? Ocurría en Iowa y sí, se lo llevaban detenido.

Una imagen que se repite en Meryland, donde los agentes apuntan con su arma a quienes buscan frenar la detención. Desde el suelo, el hombre grita que es americano. Poco importa. Es la forma en la que se está deteniendo a migrantes en Estados Unidos. En la calle, ante decenas de testigos y con suma violencia. También ocurre en edificios públicos. En el tribunal federal de inmigración de Manhattan una mujer pide que suelten a su marido, cree que lo van a matar ante la detención violenta. La respuesta del agente es arrollarla por completo. Los hechos se producen ante los ojos de los dos hijos de la pareja.

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Todo ello en un mandato en el que Donald Trump, que siente que le robaron las anteriores elecciones, ejerce ya el poder sin pudor. Aplaudido eso sí, por sus votantes, cada vez más radicalizados. Todo mientras el miedo crece en las calles estadounidenses.

Restaurar la pena de muerte en Washington, con la idea puesta en todo EEUU

El segundo movimiento de Donald Trump: restaurar la pena de muerte en Washington. Lo ha hecho orgulloso y desafiante. "La pena capital en la capital del país", afirmaba el mandatario antes de firmar la orden. De esta manera las ejecuciones volverán a ser una opción en crímenes federales después de que la medida fuese abolida hace más de 40 años.

El exdirector del FBI, encausado aunque haya que sustituir a un juez por una colaboradora para hacerlo

El tercer movimiento del presidente: celebrar abiertamente la imputación del exdirector del FBI, James Comey, en su punto de mira desde hace tiempo. Donald Trump lo celebraba en sus redes sociales señalando que se ha hecho justicia en América para “uno de los peores seres humanos” al que también llama corrupto. Comey ha dicho confiar en la justicia americana y ha sido claro: "Sabemos lo que supone enfrentarse a Trump".

El amor de Donald Trump por James Comey se rompió en cuanto el director del FBI comenzó a investigar la influencia de Rusia en la primera campaña electoral del magnate. Comey fue despedido, convirtiéndose en uno de los peores enemigos del presidente. Y al final Trump ha conseguido su objetivo: sentarle en el banquillo.

Comey ha sido acusado de perjurio y obstrucción a la justicia, castigados con hasta cinco años de cárcel, aunque Para lograrlo, Trump se ha saltado -sin tapujos- la separación de poderes presionando para que el fiscal que investigaba el caso y que no encontraba pruebas contra Comey, fuera destituido de inmediato por Lindsey Halligan, abogada personal de Trump sin experiencia alguna como fiscal y que no ha tenido ningún problema en firmar los cargos contra Comey en menos de una semana.

"Mi familia y yo sabemos desde hace años que enfrentarse a Donald Trump tiene un precio", ha dicho el exdirector del FBI en un vídeo, en el que ha asegurado su inocencia.

Comey ha sido el primero, pero la lista de enemigos políticos de Trump es larga e incluye a al asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, o el filántropo George Soros y su hijo.

Y Trump no perdona. Ya lo dijo en el funeral de Charlie Kirk. Él odia a sus oponentes.