La AEMET mantiene la alerta naranja en el oeste peninsular y en Canarias, donde las rachas de viento alcanzan los 80 kilómetros por hora y las lluvias amenazan con inundaciones y desbordes de barrancos
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Apenas un mes después de las borrascas Alice y Benjamín, ha llegado Claudia, el tercer gran episodio climático del año en España, que ha activado avisos en buena parte del territorio. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) mantiene la alerta naranja en el oeste peninsular y en Canarias, donde las rachas de viento alcanzan los 80 kilómetros por hora y las lluvias amenazan con inundaciones y desbordes de barrancos.
La borrasca ha entrado por La Palma a primera hora de la mañana y ya golpea Tenerife, donde las autoridades han decidido suspender las clases este miércoles y jueves. Además, se han cancelado las actividades extraescolares y laborales.
El Gobierno de Canarias ha activado el plan de emergencia ante el riesgo de lluvias torrenciales, y los vecinos, acostumbrados a episodios intensos, observan con inquietud cómo el cielo se oscurece a media tarde. “Ya se nota el viento fuerte. Esto viene serio, se siente en el aire. Va a caer una buena”, decía un residente de La Palma.
La meteoróloga Rosemary Alker advierte que Claudia es “una borrasca de libro, con un frente de más de 2.000 kilómetros”, y que las precipitaciones más intensas afectarán a Galicia, Asturias, Castilla y León, Extremadura y Canarias, donde se podrían superar los 100 litros por metro cuadrado en solo 24 horas. Además, se esperan rachas huracanadas de más de 110 km/h en zonas de montaña.
Una borrasca de libro, con un frente de más de 2.000 kilómetros
Mientras Claudia azota el Atlántico, el panorama es completamente distinto en el norte y centro peninsular. En Bilbao, el termómetro marcaba 29 grados a primera hora de la tarde, una temperatura insólita para mediados de noviembre. “Me he quitado el jersey y la chamarra porque no podía más”, contaba un ciudadano que caminaba junto al Nervión. A su lado, otro vecino añadía resignado: “Manga corta, pantalón corto… no parece otoño. Es antinatural el tiempo que está haciendo”.
Las calles de la ciudad se llenaron de gente disfrutando del sol, aunque con cierta preocupación. “No es normal, el cambio climático, supongo. Tenemos un problema”, decía un joven que aprovechaba el mediodía para tomar algo en una terraza.
Sin embargo, en Galicia, el fuerte oleaje y el viento constante han obligado a cerrar algunos puertos y a extremar precauciones en las carreteras. Aun así, los gallegos se lo toman con filosofía. “Se rompe aquí un poquito por el viento, claro… esto es Coruña”, bromeaba un vecino que caminaba bajo el paraguas. “Aquí empieza a llover un día y acaba el mes que viene”, añadía entre risas. Otros, más prácticos, se resignan al clima cambiante: “Es lo que toca, ¿no? Ir abrigado, botas… estamos en otoño”.
¿Qué nos deparará la borrasca Claudia?
La meteoróloga Rosemary Alker explicaba el fenómeno: Claudia trae lluvia, pero también vientos cálidos del sur que “potencian la llegada de calima y mantienen temperaturas muy suaves”.
De hecho, el contraste es tan llamativo que en Sevilla, bajo un sol de casi 30 grados, los ciudadanos se hacían fotos junto al árbol de Navidad recién instalado. “Horrible, no puedo más. Tenemos que concienciarnos, por dios, que está cambiando el tiempo”, lamentaba una vecina. Pero la situación puede empeorar.
Según la previsión de la AEMET, Claudia seguirá avanzando hacia el este peninsular en los próximos días, dejando lluvias de barro en algunas zonas por la mezcla entre el polvo sahariano y la humedad del Atlántico.
De norte a sur, España vive una vez más el rostro cambiante del clima extremo: calor veraniego en Bilbao o Sevilla, lluvias torrenciales en Canarias, y vendavales en Galicia.
La meteoróloga Rosemary Alker resume la situación con una advertencia clara: “Esto no ha hecho más que empezar. Tenemos por delante varios días marcados por las precipitaciones, el viento y temperaturas inusuales. Mucha precaución”.
Y mientras el país se adapta a otro episodio de contrastes, muchos españoles miran al cielo con la misma mezcla de sorpresa y preocupación: “Nos tendremos que acostumbrar… pero no debería ser así”.


