Descartamos la fruta fea porque compramos "con los ojos" y nos va a costar caro

Las frutas feas no entran en los supermercados. Imagen: Julio Moreno, Carlos López
  • Un estudio del CSIC pone el foco en el desecho de frutas y verduras en España sobre todo, por ser "feas" y sus coste.

  • María Luisa trabaja cazando los tomates que no valen para el super: un color excesivo, machas o rajas, las hacen descartables

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Un estudio del CSIC pone el foco en el desecho de frutas y verduras en España sobre todo, por ser "feas". Sí, un estudio para reflexionar porque cada producto desechado implica desperdicio de agua y de energía. En 6 años hemos desperdiciado 480.000 toneladas de frutas y verduras antes de llegar al supermercado, que han consumido 36.000 millones de litros de agua, que equivale a llenar 14.400 piscinas olímpicas. Esto es agua desperdiciada. Y las emisiones de dióxido de carbono asociadas a estos cultivos fueron de 37.000 toneladas. Según los científicos hay que darle una vuelta a nuestro modelo agroalimentario.

España es uno de los países europeos más vulnerables al estrés hídrico: "más del 60 por ciento de su territorio lo comprenden zonas áridas". "A pesar de ello, el país ha desarrollado una potente vocación agrícola basada en el aprovechamiento intensivo de los recursos hídricos".

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Embalses, trasvases, explotación de acuíferos y plantas desaladoras han permitido sostener una producción que alimenta, tanto al mercado interior, como a un "importante" sector exportador de frutas y hortalizas. "Sin embargo, este modelo de éxito productivo oculta profundas ineficiencias", ha señalado el investigador de la EEZA-CSIC Jaime Martínez Valderrama, líder del trabajo junto a investigadores de la Universidad de Alicante y de la King Abdullah University of Science and Technology (Arabia Saudí).

"El desequilibrio creciente entre la demanda y la disponibilidad de agua, agravado por el cambio climático, coloca a España entre los países con mayor estrés hídrico del mundo". En este contexto, "el desperdicio de alimentos adquiere una dimensión especialmente crítica: cada fruta o hortaliza que se descarta representa también agua, energía y emisiones desperdiciadas".

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El modelo de la rentabilidad inmediata y la competencia de precios tiene costes sociales

Más allá de la magnitud de las cifras, los resultados, según apunta el equipo científico, "revelan un problema estructural". El modelo agroalimentario dominante, orientado a la rentabilidad inmediata y a la competencia en precios, "tiende a ignorar los costes sociales y ambientales de la producción".

Esto se traduce en "la sobreexplotación de los recursos hídricos, la degradación de los suelos, la precariedad laboral y la pérdida de valor de la producción agrícola en origen". El trabajo pone de manifiesto "la necesidad urgente de replantear las prácticas agrícolas actuales y avanzar hacia un modelo más sostenible, capaz de equilibrar la rentabilidad con la eficiencia en el uso de los recursos naturales".

"La gestión del agua, la reducción del desperdicio alimentario y la valorización justa del trabajo agrícola deben situarse en el centro de las políticas agrarias para garantizar el futuro de un sector esencial en un país cada vez más expuesto a la escasez de agua", ha recalcado Martínez Valderrama.

María Luisa: su trabajo consiste en 'elegir los tomates' que van al supermercado

En esta cinta se decide el futuro de muchos tomates. María Luisa se encarga de cazar aquellos que no cumplen con los estándares que busca el comercio. Cualquier exceso de tamaño que indique maduración excesiva, manchas o rajas las convierten en descartables. Los que han superado la prueba pasan a unas máquinas que los clasifican y los que se han descartado se destinan para uso industrial. Como señala Manuel García , presidente de la Cooperativa Las Nieves, "para gazpachos, salmorejos, se destinan los que no cumplen los mínimos estándares de calidad", informan Carla Infiesta, Javier Blanco y Xavi Collazo.

Porque no son la primera opción, ni tampoco la segunda para los consumidores. A la hora de escoger qué pieza de fruta o verdura nos llevamos a casa, muchos lo tienen claro. "Yo me llevo la bonita, porque compramos con los ojos".

Juan Antonio Brenes, de la Cooperativa Las Nieves, señala que ya les dicen "quiero el tomate tal, calibre tal, no puede tener tuta ni ninguna rajita...".

Elegir la pieza perfecta tiene graves consecuencias. Unas prácticas que piden con urgencia, según este estudio, avanzar hacia un modelo más sostenible.