Factura de la luz

La función del frigorífico que puede aumentar tu factura sin que te des cuenta: cómo configurarla bien

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Esta función puede convertirse en un agujero energético silencioso. Unsplash
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Invisible para muchos, pero implacable con el contador eléctrico, existe una función en los frigoríficos modernos capaz de disparar la factura de la luz sin que los usuarios perciban el motivo de tal gasto. Hablamos del modo Súper, también conocido como Power Freeze o Súper Congelación, una herramienta diseñada para necesidades muy concretas que, mal gestionada, puede convertirse en un agujero energético silencioso.

La paradoja del modo Súper: aliado puntual, enemigo recurrente

Este modo activa el compresor a máxima potencia, forzando al frigorífico o congelador a bajar la temperatura más rápido de lo habitual. Resulta tremendamente útil cuando se introducen grandes cantidades de alimentos frescos en la nevera, y estos necesitan ser enfriados o congelados lo más rápido posible para preservar su calidad y seguridad alimentaria. El problema surge cuando se mantiene activado más allá del tiempo necesario: según los fabricantes, su activación continua puede aumentar el consumo energético entre un 10% y un 15% mensual, según datos recopilados por Bosch y Samsung.

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Uno de los problemas es que, a pesar de estar destinado a momentos muy concretos, hay muchos modelos de frigorífico que no desconectan automáticamente esta función tras unas horas. Por supuesto, hay aparatos que sí lo hacen, pero no es raro que los usuarios, por desconocimiento, la reactiven sin necesidad o no sepan interpretar los iconos en el panel de control. Estas situaciones hacen que un electrodoméstico, originalmente diseñado para ser eficiente se convierta, sin darnos cuenta, en un generador constante de gasto.

Cómo configurarlo (bien) y evitar el derroche

La primera regla es clara: este modo solo debe utilizarse de manera puntual, idealmente durante 24 horas y nunca más de 72. Después, debe desconectarse manualmente salvo que el frigorífico lo haga por sí solo. Según la OCU, la temperatura ideal para la zona de refrigeración normal se debe situar entre los 3 y 5ºC, mientras que el congelador debe mantenerse en -18ºC para garantizar su eficiencia sin poner en riesgo la conservación de los alimentos que contiene.

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Además, conviene evitar prácticas que fuercen un trabajo extra del compresor del frigorífico. Nos referimos por ejemplo a introducir alimentos calientes, no dejar espacio entre los productos para que pueda circular el aire frío y nos revisar periódicamente las gomas de la puerta. Otro punto clave es entender cómo afectan las aperturas frecuentes a la estabilidad térmica: cada vez que se abre la puerta del frigorífico, se pierde hasta un 30% del aire frío acumulado, obligando con ello al sistema a realizar un sobreesfuerzo energético.

No Frost y eficiencia: una tecnología que no es infalible

La mayoría de los frigoríficos modernos incluyen la tecnología No Frost, que evita la formación de escarcha mediante la circulación constante de aire seco. Si bien es algo que mejora la eficiencia y contribuye a alargar la vida útil de los alimentos en el interior del aparato, tampoco es una solución mágica. Mantener activada de forma permanente la función de enfriamiento rápido en un sistema No Frost no solo incrementa la factura sino que, además, puede generar desequilibrios térmicos que afecten negativamente a algunos de los alimentos más sensibles a los cambios bruscos de temperatura.

Los expertos coinciden en que la eficiencia depende más del uso responsable del electrodoméstico que de la tecnología por sí misma. Dejar la puerta abierta, sobrecargar las baldas o no limpiar los filtros y ventiladores puede dejar en nada cualquier promesa de bajo consumo que ofrezca el fabricante.