Tres meses después de haber ingresado en prisión, Ignacio González se derrumbaba ante el juez hablando de su familia, explicando que solo podía verles 40 minutos a la semana a través de un cristal, que su hija había tenido que cancelar su boda para que él pudiera acudir, que sus padres son nonagenarios… Además, negaba tener ni cuentas ni propiedades ni dinero ni testaferros. “Yo no voy a ir a ningún sitio señoría, tampoco voy a destruir nada señoría”, afirmaba.