Precariedad en la investigación española

  • “Somos un país de bares, no de científicos” confiesa uno de los investigadores de la vacuna española del COVID

  • La vacuna del CSIC se podría conservar en temperatura ambiente

  • Puede rehacerse en tres semanas si surgen nuevas cepas del coronavirus

Esta semana hemos sabido que Moderna ha reducido a la mitad las dosis previstas para entregar a España. De hecho, ya hay problemas para inocular la segunda dosis. Por otro lado, respecto a la de Pfizer, también hemos conocido que sólo produce un 33% de anticuerpos ante la mutación sudafricana del virus. Hechos, que nos alertan de lo importante que es tener una vacuna propia. Entre ellas está la de Vicente Larraga, investigador titular del CSIC. Esta semana ha anunciado que está a falta de un experimento que de resultar exitoso le llevaría al último paso, solicitar la autorización de los ensayos con personas. Algo que finalmente sabremos dentro de un mes.

Lo importante de su vacuna es que se podría conservar en temperatura ambiente (vital para países del tercer mundo) y que puede rehacerse en tres semanas si surgen nuevas cepas. Aparte, lógicamente de que con ella no tendríamos que estar pendientes del suministro de una vacuna extranjera.

Sin embargo, pese a lo que supondría este logro, sorprende saber que Larraga es un científico jubilado que está cobrando su pensión de la seguridad social. Lo mismo que los otros dos investigadores, Luis Enjuanes y Mariano Esteban, también del CSIC que buscan la vacuna del covid.

De momento, Vicente, no se queja del trato del CSIC en relación a su proyecto en particular. Si no, más bien, de las condiciones generales de la investigación en España. Empezando por los durísimos recortes que empezaron hace una década y que han puesto a la inversión científica por debajo de la media europea. Eso supone que el pequeño grupo de personas que le rodean licenciados con master y estancias en el extranjero cobren de 900 a 1600 euros mensuales.

Aparte de ello, hay una enrevesada burocracia que hace que en el momento en que Vicente decida irse a su casa, sus investigaciones no continuarán porque cerrará su laboratorio. Como señala su mano derecha, el investigador Pedro Alcolea, “en el momento en el se vaya este laboratorio pasará a otra científico titular que hará otras investigaciones y nuestro trabajo se interrumpirá y con el tiempo se olvidará”. La razón es sencilla, no se convocan plazas para sustituir a los científicos que se jubilan “en estos últimos años solo se ha restituido 1 de cada 10”, señala Larraga. Por tanto, no hay categorías funcionariales del equipo de Vicente poder continuar la labor que empezó. Pero no porque no estén lo suficientemente formado, sino que porque administrativamente no tienen la categoría para hacerlo. De ahí que muchos científicos españoles piensen en emigrar para continuar su carrera investigadora. Ya concluye Vicente Larraga “España es un país de bares, no de científicos”.