Rubalcaba, el hombre que susurraba al oído a los presidentes

  • Lo fue todo en política salvo presidente, se va uno de los grandes

  • Volvió a ser profesor de Química Orgánica en la Universidad Complutense de Madrid

  • Supo como ministro de Interior el sacrificio de muchos por defender los valores de la democracia

Alfredo Pérez Rubalcaba ha muerto a los 67 años de edad después de no poder superar un ictus. Toda la clase política, los presidentes, la familia socialista, se ha unido en el dolor por la pérdida de un político irrepetible, tan respetado como temido. Porque ahí donde había poder y toma de decisiones estaba Alfredo. El hombre que susurraba a los presidentes. Listo y con un lenguaje que ya no se estila. No era hombre de insultos, y sí de ironía. De frases rotundas capaces de tumbar al adversario. Y todo unido a un semblante tranquilo.

Dijo a su familia socialista que nunca se iría del todo. Hablaba de política, claro, porque la vida, ya se sabe, tiene sus designios. Todos los presidentes han querido tener a Rubalcaba a su lado. Fue ministro con Felipe González, ministro del Interior en esos años de lucha contra la banda terrorista ETA, tal vez sus momentos más duros como político. "El pasado ya no va a volver nunca", dijo en su día ante el fin de ETA en el que él, como muchos otros, da igual las siglas, jugó un papel clave en su derrota. Pocos portavoces más perspicaces que él, con Zapatero llegó a ser vicepresidente del Gobierno. Figuras como la suya provocan añoranza hoy.

Querido, respetado y ya para siempre recordado. Dice adiós "una gran figura del parlamentarismo del siglo XXI". Su emocionada despedida del Congreso de los Diputados evidenció el profundo respeto de la política en la que lo fue casi todo. Intentó llegar a lo más alto en el peor momento. Ganó un congreso histórico que ganó por 22 votos. Pero un muy mal resultado en las últimas elecciones europeas supuso su adiós definitivo a la política.

No se aferró al sillón. Lo dejó todo pero aguantaría en el cargo hasta después de la abdicación del Don Juan Carlos, en un gesto de Estado en el que colaboró con Rajoy. El monarca nunca lo olvidó. Pérez Rubalcaba pasó sus últimos días volviendo a su otra pasión: enseñar, aunque tal vez eso fue lo que hizo a los que le rodeaban siempre. Volvió a ser profesor de Química Orgánica en la Universidad Complutense de Madrid. Sánchez también quiso contar con él, pero dijo no, consciente de que su tiempo había acabado. Hasta que un ictus atacó a uno de los cerebros más brillantes de la política española. Cruel paradoja. Un gran cerebro político se va por él. La campaña electoral empieza de luto. La familia socialista pierde a uno de sus grandes referentes. Que no le olviden. Hoy, sus enseñanzas son más necesarias que nunca.