Más que reabrir el debate sobre las armas, en esta ocasión la matanza ha puesto de manifiesto el importante aumento de los delitos de odio en Estados Unidos, desde la llegada de Trump a la casa Blanca. Solo el primer año crecieron un 17 por ciento, según el FBI. El terrorismo supremacista irrumpe en el debate político y Trump está en el centro de todas las miradas por intervenciones polémicas.
La última, hace solo 3 meses. En un mitin se preguntaba qué podía hacer con los inmigrantes que llagaban a la frontera. Un tipo le gritó: "Dispararles", y Trump le rio la gracia. Las críticas al presidente estadounidense se suceden en Twitter. Protestas espontáneas frente a la Casa Blanca. La oposición demócrata asegura que gracias al presidente los delitos de odio son ya algo común.
Algunos periodistas señalan que Trump es un nacionalista blanco sin dudar, que fue incapaz de rechazar explícitamente las acciones de los ultranacionalistas en los graves ataques de Charlotsville y que alimenta el odio a los inmigrantes llamándoles violadores e invitándoles a volver a unos países que en su día calificó de “mierda”. Un discurso de odio con consecuencias dramáticas, aseguran. Aunque el presidente, ajeno a las críticas, aseguró en Twitter que la matanza de Texas es un acto cobarde sin justificación alguna.