La fiesta del Orgullo de 2019 se ha dedicado a los mayores que con su lucha en tiempos difíciles contribuyeron a la mejora del colectivo LGTBi. Una de esas historias es la de Antoni Ruiz. En 1976, ya acabada la dictadura, contó a su familia que era gay. Una monja amiga de su madre lo denunció y acabó en la cárcel durante tres meses sin más delito que ser homosexual. Tenía 17 años. Pero la condena lo persiguió casi toda su vida. Le alejó de su familia, le empujó a la prostitución y le dificultó encontrar un trabajo. Hasta que en 1995 pudo limpiar su nombre. Ahora se encarga de la Asociación Ex-Presos Sociales que exige indemnizaciones compensatorias y la eliminación del historial delictivo de personas que pasaron por su situación. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, usó su caso para ejemplificar el calvario sufrido por personas represaliadas por su condición sexual.