Unos médicos, supuestamente acreditados, iban en busca de sangre a las aldeas chinas. Luego les reinyectaban la sangre porque sólo les interesaban ciertas sustancias. Les pagaban 6 euros por donar. Todavía hoy no se sabe a dónde iba a parar esa sangre que les quitaban. Aldeas enteras comenzaron a tener unos pinchazos rojizos por la cara y aumentaron el número de túmulos por los muertos de las transfusiones clandestinas de sangre.