Antonio Pampliega relata su escalofriante secuestro por Al Qaeda: "No hay que tener miedo"

cuatro.com 26/11/2017 23:22

La traición de un traductor y los primeros días de secuestro

Antonio, como periodista freelance especializado en zonas de conflicto, había viajado a Siria en numerosas ocasiones. Sabía entrar y salir del país pero lo que ocurrió durante su último viaje lo cambió todo. Confiesa haber tenido un presentimiento en el que le advertía que no debía fiarse del traductor que llevaba consigo. Días más tarde sus sospechas se confirmaron cuando descubrió la traición, llevada a cabo con una simple fotografía publicada en redes sociales.

Pampliega cuenta cómo fueron sus primeros días de encierro. Estaba en una casa junto a sus compañeros periodistas, la puerta de su habitación estaba siempre abierta aunque la salida era complicada debido a las rejas que había en las ventanas y al pestillo que custodiaba la entrada principal. ¿Tuvo posibilidad de escapar? Sí pero, como confiesa el periodista, tenía que hacerle frente a los secuestradores y “para matar hay que valer”. Él nunca se atrevió.

El momento que lo cambó todo: “Así empezó el secuestro de verdad”

Antonio y sus compañeros periodista tenían un buen trato con los secuestradores. Les informaban de los resultados del Real Madrid en los partidos de fútbol y hasta jugaban al ajedrez. Pero una carta, de un ex militar español, dirigida expresamente a Antonio lo cambió todo, a peor. Los secuestradores comenzaron a pensar que era un espía y le separaron de sus compañeros. A partir de este momento estuvo 204 días encerrado en una habitación: “Ahí empezó un secuestro de verdad, con malos tratos y vejaciones”.

Los momentos más duros: Esperando a la muerte y la liberación

Estos meses de absoluto aislamiento fueron los más duros. Antonio recuerda con especial dolor el día en el que sus secuestradores representaron su ejecución. Tenían como objetivo principal atemorizarle. Y lo consiguieron. Le obligaron a arrodillarse para después colocarle un cuchillo de sierra en el cuello. Acto seguido, el segundo de sus secuestradores comenzó a grabarle con la cámara de su teléfono móvil. Cuando creyó que todo estaba perdido, los yihadistas comenzaron a reírse y le advirtieron que eso sería lo que le pasaría si decidía en algún momento escaparse.

Esto provocó un antes y un después en el ánimo de Antonio, a quién se le pasó por la cabeza la idea de acabar con tanto sufrimiento. Las palizas y vejaciones eran constantes y por eso, cuando el periodista vio unas cuchillas de afeitar que sus secuestradores se habían dejado en el baño, no dudó en hacerse con ellas e intentar quitarse la vida: “Tengo marcas en mi cuerpo”, asegura.

Tras 204 días completamente solo, llegó el día de su liberación. Antes de esto, Antonio creyó que su muerte estaba cerca, pues los secuestradores le intimidaron con el símbolo del estado islámico impreso en una gorra. Le taparon la cara, le colocaron unos grilletes en las muñecas y se lo llevaron a un lugar donde le esperaban sus dos compañeros. “Pensé que nos iban a vender, a matar o a liberar”, confiesa Antonio. Por suerte fue esta tercera opción. Más tarde, Pampliega le cuenta a Risto lo complicado que fue el momento posterior a su liberación, pues tenía miedo de llamar a casa y que una enfermedad se hubiera llevado a su madre para siempre.

Su familia, la luz que le ayudó a seguir adelante

La familia de Antonio también sufrió el secuestro del periodista. No supieron nada de él durante 299 días. Antonio lamenta el daño que les ha podido ocasionar y no cesa en pedir perdón al respecto: “Me culpé por ello cada día y aún lo sigo haciendo”, confiesa emocionado. Además, el Chester ha recibido la visita de su hermana Alejandra, quien relata cómo llegó a escribir una carta de despedida a su hermano, la cual rompió porque se sentía mal. Al final de su entrevista. Antonio reflexiona acerca de todo lo sucedido y nos cuenta que no hay que tenerle miedo a los atentados yihadistas: “Es lo que quieren, rompernos nuestro modus vivendi”. Por eso Antonio decidió volver a Siria, haciéndole frente a este terrible sentimiento.