Este es el caso de Lucía que vive con su hijo pequeño en un piso de alquiler. Lleva tres años en el paro y desde hace varios meses tiene cortada el agua caliente, “mi hijo dice aquí hace más frío que en el colegio y no lo entiendo mamá”. Cuando el niño vuelve del colegio come y juega en la habitación de su madre ya que es la única donde se mantiene el calor gracias a un calentador. Antes de dormir, “todas las noches rezamos mi hijo y yo para que encuentre un trabajo y podamos dejar de pasar frío”.

Juan Andrés, de 29 años, vive con su mujer y su hija en un pueblo de Badajoz. Trabajaba de peón pero lleva cuatro años en el paro y ocupan una vivienda de los servicios sociales que no reúne las condiciones mínimas de habitabilidad. “No podemos pagar la calefacción ni el agua caliente y nuestra hija sufre bronquiolitis y es que hace más frío dentro que fuera de casa”. Juan Andrés y su mujer no tienen ingresos y viven gracias a lo que recogen entre los vecinos del municipio y los servicios sociales.

Hortensia vive en Pontevedra, lleva tres años en paro y teme que la desahucien de su casa. Desde hace mucho tiempo se viste4 con varias capas de ropa y botas para enfrentarse el frío que hace dentro de su vivienda. “Ahora me aseo solo dos días a la semana pero agua que caliento en la cocina, cuando antes lo hacía a diario”. Y para dormir, los hábitos también han cambiado para Hortensia “caliento la cama con el secador del pelo y así hay menos humedad entre las sábanas”.

En Asturias encontramos a una familia con seis miembros, tres de ellos son niños pequeños, que conviven con el frío de la forma más cruda. “Es una casa que perteneció a mis abuelos, tiene casi doscientos años y está situada a una 600 metros de altitud. Normalmente estamos a cero grados”. La casa no tiene electricidad y solo consiguen calentarse con la cocina de leña y la estufa de carbón.