Bienestar

Aprende a lanzar hachas o a romper cosas: los planes más locos y liberadores para soltar adrenalina

Tiro con hachas
Tiro con hachas. Cortesía de Barcelona Axe Throwing
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¿Gritar, lanzar un hacha o romper una televisión con un mazo pueden considerarse terapéuticos? Para muchos, la respuesta es sí. En un mundo cada vez más contenido y digital, en el que la frustración rara vez encuentra vías de escape sanas, proliferan en las ciudades planes catárticos que combinan adrenalina, juego y liberación emocional.

Ya no se trata solo de ir al gimnasio o salir a correr: ahora puedes inscribirte en una rage room, volar en un túnel de viento o demostrar tu puntería con un tomahawk. Y lo mejor es que, lejos de ser una moda pasajera, estas experiencias se están consolidando como una alternativa de ocio divertida, intensa y, en muchos casos, sorprendentemente liberadora.

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Lanzamiento de hachas (y otros objetos afilados)

El hacha ya no es solo herramienta, sino que se está convirtiendo en una suerte de deporte urbano con musikita, cervezas y dianas en medio de la ciudad. En las principales capitales ya existen locales que ofertan esta actividad, con distintos niveles de sofisticación y para grupos de un tamaño variado.

Se trata de una actividad que se adapta a las necesidades de cada grupos de amigos y su tipo de quedada. No se trata solo de soltar la hacha, sino de que el monitor supervise, active retos y mantenga la seguridad.

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Se trata de una forma de ocio que ha arraigado de manera tal que se ha desarrollado hasta convertirse en un deporte reglado. La demostración de esto es la World Axe Throwing League, que agrupa participantes de más de 20 países, lo que evidencia su expansión y formalización. 

Más allá de la competición, esta actividad ofrece un efecto catártico: focalizarte, tensar el brazo, lanzar el hacha al blanco y escuchar el golpe son sensaciones que liberan la tensión concentrada. Además, los retos gamificados hacen que cada sesión sea competitiva y memorable.

Romper y destruir como válvula de escape

Si lo tuyo es la descarga pura, las salas de destrucción (“rage rooms” o “smash rooms”) ofrecen una experiencia radicalmente distinta: entrar, romper cristales, electrodomésticos, platos o incluso coches, y sentir cómo se evapora la presión acumulada. Por ejemplo, en Barcelona, Break&Joy Rage Room define así su propuesta: “Una sala para romper cosas y liberar estrés”. El concepto no es nuevo, ya que nació hace más de diez años en EE.UU., pero ya hay estudios que lo relacionan con un alivio puntual del estrés, aunque no sirva como forma de terapia prolongada. 

Quienes lo han probado describen una transformación física, con un martillo que descarga golpe a golpe, y emocional, de la mano de un riesgo controlado, grito ahogado y liberación. Las salas de este tipo además proporcionan medidas de seguridad entre las que se incluyen casco, mono, guantes, casco y música, para disfrutar de una experiencia que dura entre 20 y 45 minutos, lo justo para que el cuerpo se agote y la mente respire. 

La magia está en que se normaliza la rabia, el cansancio y la frustración a través de la acción: romper es aceptar que algo pesa, que necesita salir, que puede transformarse en chispa.

Rage Room

Volar sin alas en un túnel de viento

Para una experiencia verdaderamente fuera de lo normal, existen diversos túneles de viento, como el de HiFly Madrid, en el que se puede experimentar la caída libre sin necesidad de subir hasta las alturas y lanzarse desde un avión. En este tipo de instalaciones “volarás” con la ayuda de los instructores, e incluso podrás aprender a hacer pequeñas piruetas imposibles en mitad del aire. Este plan es especialmente especial para quienes quieren algo físico, nuevo y de alto impacto.

Aventuras inmersivas

Si lo tuyo es más lo combinan lo físico, lo mental y la tecnología, existen alternativas como la del centro Spark Island, que incluye retos tipo “Prison Island” y VR. También la experiencia de Bombastik! mezcla juego de equipo, retos físicos, larces de paint e interacción estilo “videojuego en vivo”. Una tercera vía es disfrutar de la realidad virtual sin cables, que ofrece una amplia variedad de posibilidades, con experiencias cooperativas y repletas de acción y tiros, o momentos de disfrute más contemplativo como es la posibilidad de revivir el momento en que el hombre pisó por primera vez la luna, en primera persona, en Virtual Zone. En cualquier caso, se tratan todas de opciones más ligeras en fuerza bruta pero igual de intensas en emoción.

Sea por diversión, por liberar tensiones o por vivir algo que se salga por completo de la rutina, estos planes tienen algo en común: nos recuerdan que también se puede cuidar la salud emocional desde lo físico, lo lúdico y lo inesperado. Así que si este fin de semana necesitas un respiro diferente, quizá no haga falta hablar con nadie. Tal vez solo necesites una hacha, una botella por romper... o unas buenas alas de aire para volar.